This is Patagonia baby! (día 3)
Nos metimos a la carpa a eso de las 21:00 hrs. Me preocupé de abrigarme bastante para no pasar frío, a pesar de llevar conmigo un maravilloso saco de dormir profesional, de plumas, hecho para soportar -15º. Así fue como, con pantys de polar, pantalones, camiseta de primera capa, beatle y polerón de polar me metí en el saco dispuesta a reponer el cuerpo y la mente en un buen sueño. Pero esa noche tuve de todo menos un buen descanso: sentía los pies tan, pero tan fríos, que pensé que no llegarían vivos a la mañana; no había posición que me acomodara más de 15 minutos y sentía un ratón rondando la carpa y mordiendo quién sabe qué cosa. Incluso mi hermano encendió la linterna para buscarlo y corretearlo un par de oportunidades. Bue. A dormir. Pucha, de este lado me duele la cadera y el hombro por la dureza del suelo. Ay, de este otro lado siento lo mismo. Y los pies no se me quieren calentar, ¿qué onda?. Cha, ahora estoy tiritando. De guata un rato a ver si logro un tutito. Mmmmm, no, de guata me duelen las pechugis. ¿De espalda un rato?. Oye y si viene un puma ¿qué hacemos?. Me voy a sacar un calcetín y me voy a refregar un pie con el otro a ver si se descongelan. ¿O se habrán muerto ya?. Ahhh, ya sé, ¡voy a tomar el otro polerón de polar y me voy a envolver los pies con él!. ¿Qué hora será? No he dormido nada y mañana nos toca una caminata larguita. ¡Ya po, piecesitos!, ¿cuándo van a agarrar calor?. Ayyyyy, me duele el hombrooooo. Seguro que he dormido entre medio y yo creo que ha sido sólo unos minutos, pero han pasado ya unas horas. ¿No tendré los pies necrosados?, ¿si doblo el dedo gordo se me va a salir como un cubo de hielo?. Chuta, doblo los dedos pero no los siento de verdad. Y si mañana no puedo caminar ¿cómo salimos de aquí?
- ¿Movamonos? - me dijo de repente mi hermano. Sabía que ya había amanecido, pero sentía que aún estaba oscuro. Eran las 10:00 am y claro, como el bosque era tan cubierto, apenas entraba un poco de luz. Me desperecé y pude constatar que mis pies seguían muy, muy fríos, pero no estaban necrosados, congelados ni muertos, jeje. Varios días después, conversando con mi papá. concluimos que cometí el error de irme al tuto llevando los mismos calcetines con los que había hecho el trekking durante el día y aunque una no lo note, estos siempre se humedecen un poco. Lección número X de este viaje: siempre cambiarse los calcetines luego de un día de trekking, aunque aparentemente se sientan los pies secos. Desarmamos campamento sin apuro, tomamos desayuno en calma y retomamos ruta a eso de las 12:00, pues creíamos que el camino que nos separaba de nuestra próxima parada no superaba las 5 horas. Mal cálculo, pues esas 5 horas eran desde el campamento Los Cuernos hasta el Hotel Las Torres... a lo que había que sumar 2 horas y media previas, desde campamento Italiano a campamento Los Cuernos. En total serían 16,5 kms. y el trayecto más duro en lo que iba de expedición. Al iniciar la caminata, nos encontramos con un día totalmente cubierto de nubes bajas que nada tenía que ver con el espectacular sol que nos acompañó los dos primeros días. Esto no fue del todo sorpresivo, ya que antes de partir desde Puerto Natales habíamos chequeado el clima y efectivamente anunciaba nubes y lluvia para el día siguiente. Así fue como decidimos concluir el viaje ese día y no ir al mirador base al día siguiente, pues, además de la lluvia, no tendríamos vista despejada, que es lo que se busca al caminar ese tramo. Con un poco de suerte y si apurábamos el paso, podríamos llegar al bus de las 16:00 hrs. y regresar a Natales ese mismo día (en ese punto, aún no caíamos en que nos restaban 7 a 8 horas de trekking, lo que haría imposible llegar al bus).
Antes de salir desde Natales un par de días antes, habíamos revisado los mapas y trazado las rutas que íbamos a hacer. Yo venía desde Santiago con la idea fija de meterme al agua en alguna parte. Es algo que suelo hacer desde hace un par de años cada vez que voy a un lugar donde haya agua: mar, río o lago, no me perdono no zambullirme en agua, independientemente del clima o la época del año. Así, una de las primeras preguntas que le hice a mi guía personal al revisar los mapas, fue dónde podría darme un chapuzón sin morir congelada. Mi hermano me mostró 2 lugares que quedaban en ruta: una posibilidad era el Lago Grey, cuyas aguas están a 2º. La segunda posibilidad sería el lago Nordenskjöld, con una temperatura de 4º. Y fue camino a campamentos Los Cuernos que llegamos hasta la orilla de este último lago y tuve mi oportunidad, pero la mala noche, el frío, las nubes y la amenaza de lluvia fueron demasiado para esta colorina viajera y me acobardé aún sabiendo que luego me arrepentiría (¡y lo hago hasta el día de hoy!). Realmente lo pensé y fui incapaz de sacarme la ropa, mientras veía con envidia cómo mi hermano se sacaba toditas las pilchas y corría a zambullirse a esas gélidas aguas, en un chapuzón de pies a cabeza que duraba 1.5 segundos. Salió sacudiéndose y dando saltitos igual que un perro mojado, para volver a envalentonarse y meterse por segunda vez, por algunos segundos más. Rápidamente se secó, se vistió y continuamos camino. Un par de minutos después su cuerpo estaba incluso más calentito que antes de meterse al agua, esa es una de las gracias del agua fría. Pasamos por fuera de campamento Los Cuernos y sin detenernos, apuramos un poco más el paso. Ibamos por caminos de diferente dificultad: a ratos caminábamos sin pendiente, para luego encontrarnos con una subida, volver a caminar en plano y luego bajábamos. Tras unas 4 horas de caminar, empecé a sentir cansancio y cada vez que ascendíamos yo pensaba que del otro lado estaría ya el Hotel Las Torres, pero una y otra vez me encontraba con nuevos ascensos y descensos. Pasábamos por pequeños arroyuelos, pequeñas caídas de agua, suelos y pozas congeladas, barro, vegetación, árboles, hojas por montones y ya empecé a respirar profundo, invocando a mi control mental para no decaer ante los tutitos gordos tiritones, jeje. Algunas subidas se me hacían más pesadas y me hacían pensar qué hubiera sido de mi si, en un acto de total surrealismo y acompañados de un mejor clima, hubiéramos planificado caminar la "O", circuito que toma unos 8 días y 120 kms. de caminata... mal que mal, cuando compré los pasajes para viajar, meses antes, fue exactamente lo que habíamos conversado mi hermano y yo. Y ahí, recién en el tercer día de trekking y con apenas una noche de carpa en el cuerpo, me quería morir jajaja. Agradecí que sólo fueran 3 días.
La última hora de trayecto mi hermano y yo nos distanciamos un poco, pues él apuraba el paso y yo hacía lo posible por seguirle el ritmo, cosa que me costaba una enormidad. Poco antes de las 18:00 hrs. divisamos el Hotel Las Torres y a medida que nos fuimos acercando, pudimos ver también a 3 personas que caminaban por el lugar. Al acercarnos, constatamos que se trataba de una familia de koreanos: una pareja que rondaba los 50-60 años y su hijo, de unos 25-30. Este último se acercó a conversar con nosotros, preguntando en un sencillo inglés si sabíamos de algún alojamiento cercano, pues el hotel se encontraba cerrado por el término de la temporada. Paulito le explicó que no encontraría nada abierto fuera de Natales, que no les quedaba más remedio que volver a la ciudad y que nos harían un tremendo favor si pudieran llevarnos con ellos. El muchacho conversó con sus padres y su respuesta fue tajante: sólo podían llevar a uno de los dos, pues no tenían más espacio en el jeep, que estaba hasta el tope con sus bolsos y cajas y cajas de comida y utensilios de cocina. Y yo, tan tajante como el amigo koreano, le di las gracias y le dije que viajábamos los dos o ninguno. Se dispusieron entonces a continuar camino rumbo a Puerto Natales y mi hermano me insistió para que viajara con ellos, con el argumento de que aún quedaba algo de luz y quizás algún otro auto saldría rumbo a la ciudad al terminar el día (en efecto, había 3 o 4 autos estacionados en el lugar) y por último, igual él estaba acostumbrado al lugar y preparado para pasar otra noche ahí sin ningún problema, encontrándonos al día siguiente en Natales. En ese momento, el frío empezó a golpear fuerte y sentí el inmenso cansancio de los más de 16 kms. recorridos y, sumado a eso, la posibilidad de que otro auto con un solo asiento disponible saliera minutos más tarde, lo que me haría arrepentir de la decisión de viajar juntos a toda costa. La rápida insistencia de mi hermano en que me subiera al jeep me hizo el click final y accedimos, cargando mi mochila en el maletero y subiéndome al asiento del copiloto, mientras el amigo koreano se acomodaba en la parte de atrás junto a su madre. Justo cuando íbamos partiendo, mi hermano se acercó al jeep y me pidió el pasaje para el bus que salía al día siguiente, el cual yo guardaba cuidadosamente para no perderlo (nos había costado nada barato). Así fue como nos abrazamos y nos despedimos con la promesa de vernos a más tardar al día siguiente. Yo quedé un poco tristona por haberlo dejado, me sentía desertora y mala compañera :(
Llegamos a Puerto Natales pasadas las 20:00 hrs. y fuimos directo al hostal, pues los koreanos me pidieron que les recomendara el lugar y así lo hice. Dejé mis cosas y salí a la calle en busca de algo para comer, antes que el comercio cerrara. Compré un tarro de palmitos y un par de cervezas, pensando que siempre existía la posibilidad de que Paulito apareciera ese mismo día, más tarde. Me dí una reponedora ducha caliente y me metí a la cama. A eso de las 23:00 hrs. comprendí que mi hermano no había podido conseguir transporte y caí en un profundo e inquieto sueño. No logré sacarme de la cabeza a mi hermano y, entre sueños, empecé a fantasear con la idea de que algo podía pasarle. Ni que yo fuera a impedir que algo le pasara, by the way, pero no podía alejar esas oscuras ideas de mi cabeza. Al día siguiente vagué por la ciudad esperando que las horas pasaran rápido y justo cuando me sentaba a tomar un café, recibo un mensaje de mi hermano que indicaba que llegaría dentro de 20 minutos a la ciudad. Mi corazón volvió a sonreír y yo volví a respirar. No tengo una razón válida que explique tanta aprensión con mi hermano, pero siempre he sido así.
Terminaba entonces esta maravillosa aventura. Finalmente pude vivir ese maravilloso regalo de la naturaleza como corresponde, cerrando así la puerta que había abierto un año atrás, cuando me despedí de Punta Arenas con un "volveré".
Volver al inicio de la aventura
- ¿Movamonos? - me dijo de repente mi hermano. Sabía que ya había amanecido, pero sentía que aún estaba oscuro. Eran las 10:00 am y claro, como el bosque era tan cubierto, apenas entraba un poco de luz. Me desperecé y pude constatar que mis pies seguían muy, muy fríos, pero no estaban necrosados, congelados ni muertos, jeje. Varios días después, conversando con mi papá. concluimos que cometí el error de irme al tuto llevando los mismos calcetines con los que había hecho el trekking durante el día y aunque una no lo note, estos siempre se humedecen un poco. Lección número X de este viaje: siempre cambiarse los calcetines luego de un día de trekking, aunque aparentemente se sientan los pies secos. Desarmamos campamento sin apuro, tomamos desayuno en calma y retomamos ruta a eso de las 12:00, pues creíamos que el camino que nos separaba de nuestra próxima parada no superaba las 5 horas. Mal cálculo, pues esas 5 horas eran desde el campamento Los Cuernos hasta el Hotel Las Torres... a lo que había que sumar 2 horas y media previas, desde campamento Italiano a campamento Los Cuernos. En total serían 16,5 kms. y el trayecto más duro en lo que iba de expedición. Al iniciar la caminata, nos encontramos con un día totalmente cubierto de nubes bajas que nada tenía que ver con el espectacular sol que nos acompañó los dos primeros días. Esto no fue del todo sorpresivo, ya que antes de partir desde Puerto Natales habíamos chequeado el clima y efectivamente anunciaba nubes y lluvia para el día siguiente. Así fue como decidimos concluir el viaje ese día y no ir al mirador base al día siguiente, pues, además de la lluvia, no tendríamos vista despejada, que es lo que se busca al caminar ese tramo. Con un poco de suerte y si apurábamos el paso, podríamos llegar al bus de las 16:00 hrs. y regresar a Natales ese mismo día (en ese punto, aún no caíamos en que nos restaban 7 a 8 horas de trekking, lo que haría imposible llegar al bus).
Antes de salir desde Natales un par de días antes, habíamos revisado los mapas y trazado las rutas que íbamos a hacer. Yo venía desde Santiago con la idea fija de meterme al agua en alguna parte. Es algo que suelo hacer desde hace un par de años cada vez que voy a un lugar donde haya agua: mar, río o lago, no me perdono no zambullirme en agua, independientemente del clima o la época del año. Así, una de las primeras preguntas que le hice a mi guía personal al revisar los mapas, fue dónde podría darme un chapuzón sin morir congelada. Mi hermano me mostró 2 lugares que quedaban en ruta: una posibilidad era el Lago Grey, cuyas aguas están a 2º. La segunda posibilidad sería el lago Nordenskjöld, con una temperatura de 4º. Y fue camino a campamentos Los Cuernos que llegamos hasta la orilla de este último lago y tuve mi oportunidad, pero la mala noche, el frío, las nubes y la amenaza de lluvia fueron demasiado para esta colorina viajera y me acobardé aún sabiendo que luego me arrepentiría (¡y lo hago hasta el día de hoy!). Realmente lo pensé y fui incapaz de sacarme la ropa, mientras veía con envidia cómo mi hermano se sacaba toditas las pilchas y corría a zambullirse a esas gélidas aguas, en un chapuzón de pies a cabeza que duraba 1.5 segundos. Salió sacudiéndose y dando saltitos igual que un perro mojado, para volver a envalentonarse y meterse por segunda vez, por algunos segundos más. Rápidamente se secó, se vistió y continuamos camino. Un par de minutos después su cuerpo estaba incluso más calentito que antes de meterse al agua, esa es una de las gracias del agua fría. Pasamos por fuera de campamento Los Cuernos y sin detenernos, apuramos un poco más el paso. Ibamos por caminos de diferente dificultad: a ratos caminábamos sin pendiente, para luego encontrarnos con una subida, volver a caminar en plano y luego bajábamos. Tras unas 4 horas de caminar, empecé a sentir cansancio y cada vez que ascendíamos yo pensaba que del otro lado estaría ya el Hotel Las Torres, pero una y otra vez me encontraba con nuevos ascensos y descensos. Pasábamos por pequeños arroyuelos, pequeñas caídas de agua, suelos y pozas congeladas, barro, vegetación, árboles, hojas por montones y ya empecé a respirar profundo, invocando a mi control mental para no decaer ante los tutitos gordos tiritones, jeje. Algunas subidas se me hacían más pesadas y me hacían pensar qué hubiera sido de mi si, en un acto de total surrealismo y acompañados de un mejor clima, hubiéramos planificado caminar la "O", circuito que toma unos 8 días y 120 kms. de caminata... mal que mal, cuando compré los pasajes para viajar, meses antes, fue exactamente lo que habíamos conversado mi hermano y yo. Y ahí, recién en el tercer día de trekking y con apenas una noche de carpa en el cuerpo, me quería morir jajaja. Agradecí que sólo fueran 3 días.
La última hora de trayecto mi hermano y yo nos distanciamos un poco, pues él apuraba el paso y yo hacía lo posible por seguirle el ritmo, cosa que me costaba una enormidad. Poco antes de las 18:00 hrs. divisamos el Hotel Las Torres y a medida que nos fuimos acercando, pudimos ver también a 3 personas que caminaban por el lugar. Al acercarnos, constatamos que se trataba de una familia de koreanos: una pareja que rondaba los 50-60 años y su hijo, de unos 25-30. Este último se acercó a conversar con nosotros, preguntando en un sencillo inglés si sabíamos de algún alojamiento cercano, pues el hotel se encontraba cerrado por el término de la temporada. Paulito le explicó que no encontraría nada abierto fuera de Natales, que no les quedaba más remedio que volver a la ciudad y que nos harían un tremendo favor si pudieran llevarnos con ellos. El muchacho conversó con sus padres y su respuesta fue tajante: sólo podían llevar a uno de los dos, pues no tenían más espacio en el jeep, que estaba hasta el tope con sus bolsos y cajas y cajas de comida y utensilios de cocina. Y yo, tan tajante como el amigo koreano, le di las gracias y le dije que viajábamos los dos o ninguno. Se dispusieron entonces a continuar camino rumbo a Puerto Natales y mi hermano me insistió para que viajara con ellos, con el argumento de que aún quedaba algo de luz y quizás algún otro auto saldría rumbo a la ciudad al terminar el día (en efecto, había 3 o 4 autos estacionados en el lugar) y por último, igual él estaba acostumbrado al lugar y preparado para pasar otra noche ahí sin ningún problema, encontrándonos al día siguiente en Natales. En ese momento, el frío empezó a golpear fuerte y sentí el inmenso cansancio de los más de 16 kms. recorridos y, sumado a eso, la posibilidad de que otro auto con un solo asiento disponible saliera minutos más tarde, lo que me haría arrepentir de la decisión de viajar juntos a toda costa. La rápida insistencia de mi hermano en que me subiera al jeep me hizo el click final y accedimos, cargando mi mochila en el maletero y subiéndome al asiento del copiloto, mientras el amigo koreano se acomodaba en la parte de atrás junto a su madre. Justo cuando íbamos partiendo, mi hermano se acercó al jeep y me pidió el pasaje para el bus que salía al día siguiente, el cual yo guardaba cuidadosamente para no perderlo (nos había costado nada barato). Así fue como nos abrazamos y nos despedimos con la promesa de vernos a más tardar al día siguiente. Yo quedé un poco tristona por haberlo dejado, me sentía desertora y mala compañera :(
Llegamos a Puerto Natales pasadas las 20:00 hrs. y fuimos directo al hostal, pues los koreanos me pidieron que les recomendara el lugar y así lo hice. Dejé mis cosas y salí a la calle en busca de algo para comer, antes que el comercio cerrara. Compré un tarro de palmitos y un par de cervezas, pensando que siempre existía la posibilidad de que Paulito apareciera ese mismo día, más tarde. Me dí una reponedora ducha caliente y me metí a la cama. A eso de las 23:00 hrs. comprendí que mi hermano no había podido conseguir transporte y caí en un profundo e inquieto sueño. No logré sacarme de la cabeza a mi hermano y, entre sueños, empecé a fantasear con la idea de que algo podía pasarle. Ni que yo fuera a impedir que algo le pasara, by the way, pero no podía alejar esas oscuras ideas de mi cabeza. Al día siguiente vagué por la ciudad esperando que las horas pasaran rápido y justo cuando me sentaba a tomar un café, recibo un mensaje de mi hermano que indicaba que llegaría dentro de 20 minutos a la ciudad. Mi corazón volvió a sonreír y yo volví a respirar. No tengo una razón válida que explique tanta aprensión con mi hermano, pero siempre he sido así.
Terminaba entonces esta maravillosa aventura. Finalmente pude vivir ese maravilloso regalo de la naturaleza como corresponde, cerrando así la puerta que había abierto un año atrás, cuando me despedí de Punta Arenas con un "volveré".
![]() |
Mi guía favorito recién salido de las gélidas agua del Nordeskjöld |
![]() |
Payaseando ya que no fui capi de meterme al agua |
![]() |
Parte de la ruta entre campamento Los Cuernos y el Hotel Las Torres |
![]() |
Breve recreo para descansar y comer algo |
Volver al inicio de la aventura
Comentarios
Publicar un comentario