Perú sorprendente, energía poderosa


Esta historia, con aires de bitácora, está dedicada a todos aquellos que viajaron virtualmente conmigo, viendo, comentando y disfrutando las fotos que fui subiendo cada día. ¡Gracias por la compañía! Inicié mi viaje a Perú casi 2 meses antes de partir. Tiempo atrás había comprado un pasaje a Nueva York, planificando un viaje de casi 3 semanas. Hice todo el trámite latero de la visa, avisé en la pega que me tomaría mis vacaciones a partir del 1 de mayo y empecé a soñar con los momentos que viviría ahí. Visité varios sitios de recomendaciones, revisé de arriba a abajo la cartelera de espectáculos y conciertos que habría en la fecha, en fin. Entre todas las cosas entretenidas que se venían a mi cabeza, pensaba en mi cumpleaños n°33, que pasaría en gringolandia y casi, casi sola. Sería extraño, claro, pero lo anhelaba. Para entender esta historia es bueno comentar que mi 2013 empezó con bastante cambio interno. "Revelación espiritual" lo llamó una deliciosa mujer a la que acudí en busca de orientación, corrigiéndome cuando yo le dije "crisis". Me están sucediendo cosas, estoy derribando ciertos paradigmas internos, eliminando mecanismos defensivos que tengo desde niña y que hoy me pesan y sólo me impiden ir hacia delante (aclaro que el proceso que estoy viviendo es HERMOSO, que no sea fácil no significa que no lo esté disfrutando, muy por el contrario). Un día de marzo, desperté cuestionándome Nueva York. "¿A qué era que iba?" fue la pregunta espontánea y sin mayor explicación, que surgió en mi cabecita. La respuesta inmediata fue "obvio, Anika. Vas a conocer la gran manzana, ¡la capital del mundo!. Ahhhh claro, eso era. Ummmmm. Y ¿la capital de qué mundo es Nueva York? Chuta, no del mío, definitivamente". Y así de rápido, sencillamente decidí no viajar a Nueva York, dispuesta a perder pasaje, visa y todo el asunto (luego me sorprendería gratamente al enterarme que el pasaje sí tenía opción de cambio, je). De a poco empecé a contarle esta decisión a mis cercanos, en la medida que me iban preguntando por los preparativos para el viaje. Varios sorprendidos, otros comprensivos... y nada, ¡chao NY!. A pesar de haber suspendido el viaje, el cansancio de un año laboral completo se hacía notar y en vista que ya tenía programada la fecha de mis vacaciones, decidí buscar un nuevo destino. Pensé en varios lugares; el sur de Chile era uno de los que más me atraía, pero la fecha no era la óptima y no concibo la idea de viajar al sur si no es en auto. Y claro, tenía que cambiar el pasaje que ya había comprado antes. Brasil también fue uno de los lugares que pasaron por mi cabeza, pero lo descarté porque quería vivir una aventura, no ir a echarme a una playa sin despegarme de la caipirinha 24/7. Y, por qué no decirlo, Brasil no me parece un destino para viajar sola, no me siento segura ahí. Buenos Aires... ahhhh, ¡Buenos Aires querido! Adoro esa ciudad, creo que es uno de los pocos lugares a los que me iría si decidiera dejar Santiago algún día. Pero no, Buenos Aires tampoco era el destino que quería. Y de pronto me detuve en Perú. Perú. Perú. La ruta gastronómica de Lima, mmmmm, ¡rico!. "Pero Anika, tienes 2-3 semanas de vacaciones, sería un poco excesivo pasar ese tiempo comiendo rico, ¿no? jajaja. Igual me gustaría conocer Lima...". Cusco, Machu Picchu. Google. ¿Puno?, ¿Arequipa?. Empezar en Cusco, ir a Machu Picchu, tomar un tren hasta Puno. ¿Y Máncora? Cusco, Machu Picchu y terminar en Máncora, pasando por Lima una o dos noches. Definitivamente es Perú, pero tampoco me sobran las lucas, dejémoslo en 2 semanas. Cusco, Machu Picchu, Lima. Eso. Los preparativos para mi viaje empezaron el 1 de mayo (ah, finalmente cerré fecha de vuelo el 3 de ese mes), luego de cerrar mis compromisos y obligaciones laborales con el que sería mi ex empleador (como en mi vida las cosas se mueven rápido, cuando estaba en todo este proceso de cuestionamiento de destino, cerré un proceso de selección y decidí cambiarme de trabajo). Mi querida "vecinita", Cote Swett (Swett, no Sweet, no se confunda usted!), me prestó una mochila de viaje. Me compré un banano (los detesto por FEOS, jajaja) y unas buenas zapatillas para mucho caminar. Fui a almorzar con la Cuca, me fui a depilar (eso de los pelos es casi un TOC en mi), armé mi mochila y ya estaba todo listo para el viaje. Un taxi pasó por mi a las 5:30 am. y llegué de madrugada al aeropuerto, para iniciar lo que sería esta hermosa aventura.
Compañeras de viaje
Cafecito donde la Cuca
Día 1 - viernes


La espera para abordar fue el primer acercamiento a lo que sería viajar sola. Tenía algo de miedo, básicamente a descompensarme con la altura de Cusco (3.200 mts. sobre el nivel del mar) y a sentirme enferma sin tener a mi lado alguien que me contuviera. "Habla, Cuquita. Si te sientes mal, cuéntale al que tienes al lado. La gente es buena y sabe qué hacer. Suéltalo", me dijo la Cuca. ¡Sabia mi vieja!. Fueron 3 horas y media a Lima, en un avión grande, de esos que tiene una pantalla para cada persona, je. Me dormí una película en el vuelo, comí lo que me dieron y aterrizamos. Una corta escala para volver a abordar y aterrizar en Cusco, tras casi 1 hora. 14:30 y ya estaba en la ciudad. Tomé un taxi que, por supuesto, me cobró un ojo de la cara, jajaja ($7.500 - USD 15, cuando debió cobrar no más de $3.500 - USD 7). Le pedí que me llevara al hostal donde había reservado, recomendado por una compañera de trabajo. Loki Hostel costaba $5.500 - USD 11 por noche en pieza y baño compartidos e incluía un sencillo desayuno. El taxi me dejó a los pies de la cuesta Santa Ana, pues la calle se encontraba cerrada por arreglos. Me subí la mochila a los hombros, pagué al taxista usurero y caminé. Llegué arriba con la lengua afuera... y ni siquiera sospechaba que sería un sencillo preámbulo de los día venideros. Me recibió una chica peruana un tanto fría. Hice el check in y me llevó a la habitación, sin dejar de mirarme mientras caminábamos, presumo que es por la altura y lo acostumbrados que están a que los turistas se descompensen. Afortunadamente yo me sentía bien. Dejé mis cosas y bajé al bar/restaurante/discoteque/espacio común, y me conecté para escribirle a mis padres, avisándoles que había llegado sin contratiempos. Me fui a dormir un par de horitas (la recomendación popular es no hacer nada el primer día y descansar. Dormir es una sugerencia recurrente), para cerrar el día con un breve paseo por la plaza de armas, comer un delicioso plato de tallarines con verduritas y el primer pisco sour del viaje. En esta época del año, en Cusco oscurece bastante temprano; a las 17:30 ya prácticamente no hay luz. Ese primer día me dormí temprano, no más allá de las 21:30, bien abrazada a mi banano y recién comprendiendo el estilo: carrete todas las noches y gente entrando y saliendo las 24 horas de la pieza, que tenía 6 camas. No fue la mejor noche de mi vida, pero para todo el ruido y el movimiento, estuvo bastante bien (¡venditos tapones para oídos!).



Desayuno en SCL
Avión después de la lluvia
¡Allá voy!
Primera vista de Cusco
Ingreso Loki Hostel
Patio interior Loki Hostel
Plaza de Armas

Día 2 - sábado


Así como la luz del sol desaparece temprano en la tarde, vuelve a asomarse al alba. Ya a eso de las 5:30 empieza a aclarar, quedando el ambiente completamente luminoso a las 6:30 y con mucha gente circulando en la calle desde esa misma hora. Desperté temprano, a eso de las 7:30 y fui directo a la ducha. Me comí los dos panes con mermelada de frutilla y margarina que me ofrecieron, además de un tazón del té de coca que es tan famoso en tierras peruanas. Su sabor es suave, algo insípido a ratos; fue el perfecto compañero durante el viaje completo. Decidí que ese día sólo caminaría por la ciudad, aún algo temerosa de descompensarme y continuando con la recomendación general de tomarme las cosas con calma. Reflexionando acerca de lo extraño que me resultaba viajar sola y sin dejar de pensar que me quedaban 10 días por delante, entré en un semi pánico: ¿qué chucha voy a hacer tantos días?. "Calma, hay mucho por hacer, por conocer, por recorrer, por probar", me decía a  mi misma. Y así fue como, en el mismo hostal, me acerqué a la oficina de turismo y pedí que me regalaran un mapa de la ciudad, para empezar. El muchacho que me atendió me ofreció información acerca de los tour disponibles y la acepté gustosa. Me contó acerca de varios tour interesantes y sus valores, y decidí cerrar dos de ellos: el tour por el Valle Sagrado ($15.000 - USD 30, con almuerzo, traslados y guía), que dura un día completo e incluye visita a los pueblos de Pisac, Ollantaytambo y Chinchero, y el segundo, como plato fuerte: Inca Jungle tour, 4 días y 3 noches en peregrinaje hacia Machu Picchu en una combinación de descenso en bicicleta, trekking, raffting y zip line (los dos últimos opcionales, yo dejé fuera el raffting y el tour completo con traslados, alojamiento, comidas y guías me costó $115.000 - USD $230).

Caminé por las estrechas callecitas del casco histórico de la ciudad y fui a comprar el pase para acceder a todos los lugares típicos de Cusco y sus alrededores: 10 o 12 lugares por $15.000 - USD 30, para conocer en un tiempo no superior a 7 días. Me dirigí entonces a conocer Saqsaywaman, el Cristo Blanco y el Templo de la Luna, 3 lugares que se encuentran en lo alto de la ciudad. Caminé ascendiendo por las empinadas calles (me recordaron bastante a Valparaíso) y llegué a la entrada inferior de Sacqsaywaman, donde me encontré con las populares ollitas de choclo con queso que se venden en todas partes, delicia con la que me deleitaría más tarde. Recorrí el lugar sin un guía, pero me fui enterando de varios detalles al caminar y escuchar a las decenas de guías que andaban por ahí. Me detuve en un hermoso mirador desde el cual se podía ver Cusco completo, prácticamente en 180°. Ahí me encontré con Efraín, un lugareño que se acercó a conversarme y me contó algunos datos históricos de la ciudad, con mucha calidez y amabilidad, para cerrar mostrándome su arte en piedra. Le compré una figura tallada que graficaba el símbolo de la ciudad: la trilogía del cóndor, el puma y la serpiente, o el mundo celestial, el terrenal y el sub suelo... o también leído como pasado, presente y futuro. Saqsaywaman se encuentra en el punto más alto de Cusco y ahí fue donde, primero los Incas y luego los españoles armaron el fuerte para vigilar y defender la ciudad. Es un lugar de gran energía: los inmensos muros de piedra son bastante imponentes e impresionantes. Al igual que con los moais de Isla de Pascua, una se cuestiona cómo lo hicieron para mover las pesadas rocas para formar esos muros.

El día estaba muy rico, la temperatura debe haber sido de unos 18° o 20° y estaba semi nublado, con algunos claros de sol a ratos. Seguí el camino hacia el Cristo Blanco que se puede observar en las alturas, desde Cusco. Resultó ser bastante parecido a la vírgen del San Cristóbal, sin mucho más que agregar. Caminé más allá (soy malaza para los puntos cardinales, je) y llegué hasta el Templo de la Luna, lugar que no aparecía en mi mapa, pero que me lo había recomendado la Babsi. Resultó ser un lugar muy sencillo, pero de energía más que poderosa. Definitivamente hay que visitarlo y sentarse un momento en uno de los cuencos de las rocas, para recibir esa energía ancestral infinita...

Bajé a eso de las 15:00 hrs. para disfrutar ese maravilloso choclo con queso: el choclo de grano grueso y gordo clásico del Perú, que está cociéndose en la ollita y se sirve caliente y con un trozo de queso fresco al lado, para ir combinando una mordida de cada uno... uffff, ¡¡delicioso!!

El día terminó tranquilo, comiendo una trucha frita con vegetales en un restaurante a orillas de una plazita, cerca del hostal (nada que comentar respecto a la comida. Ni fú ni fá). La sorpresa vino al ponerme pijama por la noche: una fea quemazón por subestimar los rayos de sol que se filtraron entre medio de las nubes.

Cuesta Santa Ana - Vista desde Loki Hostel
Cuesta Santa Ana - Vista hacia Loki Hostel

Plaza de Armas de Cusco
Plaza de Armas Cusco

Subida a Saqsaywaman

Vista Cusco desde Saqsaywaman
Saqsaywaman
Cristo Blanco
Vista desde el Cristo Blanco
Flautista
Templo de la Luna
Templo de la Luna
Decoración típica en los techos de Cusco.
Símbolo de protección
Choclo con queso
Choclo con queso
Feíta la quemada :(


Día 3 - domingo


A las 8 am pasó el guía a buscarme para iniciar el tour al Valle Sagrado, planificado para el domingo. Ahí conocí a 4 chilenas que también se alojaban en el hostal, con quienes compartí ese día. Tres de ellas arquitecto y una abogado, todas de 27 años, muy simpáticas. La primera parada fue en una feria artesanal camino a Pisac, donde se nos sugirió pasar al baño. En el camino también paramos en un mirador, para observar la hermosura del valle y la fuerza del río Vilcanota, que atraviesa el valle completo. Pisac es un lugar sencillo y repleto de historia ancestral incaica. Aquí se puede observar los primeros rastros de la inteligencia que aplicaron los Incas para trabajar la tierra: debido a la cantidad de montañas y a la escasez de planicies, lo que hicieron fue armar "terrazas" en plena montaña, permitiéndoles así sembrar y cosechar la tierra. Esta técnica se puede ver a lo largo de todo el Valle Sagrado.

Al mediodía fuimos conocer la famosa feria de Pisac, donde se puede encontrar una amplia muestra de la artesanía local. Ahí compré algunos recuerdos y regalos para amigos y familiares. Luego almorzamos en un turístico restaurante tipo buffet, donde probamos distintas delicias: cebiche, carne de alpaca, choclo y múltiples acompañamientos.
Después de almuerzo partimos rumbo a Ollantaytambo, que, para mi gusto, es el lugar más lindo del Valle Sagrado: parecido a Pisac pero más grande y un poco más "encajonado", abrazado por la montaña y bastante alto.

Cerramos el tour visitando Chinchero, un pequeño pueblo en las alturas, cuyo principal atractivo es su iglesia, a la cual no se puede ingresar con cámaras (la verdad es que sólo me asomé... nunca me han gustado las iglesias, ni siquiera desde el punto de vista histórico).


Vista general Valle Sagrado - Río Vilcanota
Pisac
Autofoto en Pisac
Pisac y yo
Vendedora de pulseras en Pisac
Almuerzo
Ollantaytambo
Ollantaytambo
Ollantaytambo
Ollantaytambo y yo
Ollantaytambo

Día 4 - lunes


La vida en el hostal resultó bastante peculiar: el movimiento de gente 24/7 era bastante agotador, sobre todo al dormir en pieza compartida. A toda hora te encuentras con gente durmiendo y con otros circulando. Lo bueno es que me tocaron compañeros bastante respetuosos, que se preocupaban de iluminar con sus teléfonos y sólo prendían la luz de la pieza en casos extremos y por momentos muy cortos. De todas maneras yo llevé tapones para los oídos y con eso ya estuve bien cubierta, sobre todo porque en el hostal había carrete de lunes a lunes y justo mi pieza daba al patio del bar (y no está de más comentar que el carrete era FULL gringo, como en las películas: "Partyyyyy!", acompañado del clásico aplastamiento de la lata contra la frente, jajaja. ¡Terrible!). Compartir la pieza fue una experiencia nueva para mi y lo decidí así justamente por la novedad, con el respectivo ahorro que conlleva, pero sin que esa fuera la finalidad. Fue una experiencia simpática y no tuve mayores inconvenientes, estuvo bien para una vez y creo que no lo volvería a repetir, jeje (igual es freak escuchar, en mitad de la noche, un peo loco por ahí, ¡de alguien que no conoces!). El lunes previo al inicio del tour a Machu Picchu me fui a pasear por la ciudad y decidí regalarme un masaje de relajación con piedras calientes que me ofrecieron en una callecita: $3.500 - USD 7 por un exquisito masaje de 1 hora, los ofrecen en cada esquina, no se los pierda usted. A pesar de haber dejado de comer carne de mamífero 7 meses antes de mi viaje, era imposible pasar por Perú sin comer un buen lomo saltado. Como sería EL plato con carne que comería, busqué en Foursquare algunas recomendaciones y así es como llegué al Seledonia, un sucuhito de 5 mesas atendido por sus dueños, quienes preparaban los típicos platos a la vista de los comensales. Ahí pedí un pisco sour y el famoso lomo saltado, que acompañé de un jugo de maracuyá natural. La comida estaba realmente deliciosa, el sour no era su fuerte pero estuvo bien. El menú me costó unos $6.000 - USD 12.

El resto de la tarde caminé por la ciudad y compré algunas cosas para el viaje que iniciaría al día siguiente (una mochila pequeña, un repelente de insectos, algunas provisiones e ibuprofeno, pues me dolía la pierna izquierda desde que dejé Santiago).
Terminé el día con bastante ansiedad y me fui a dormir temprano, pues el guía del tour pasaría por mi a las 7:00 am.

Desayuno en el hostal

Mi pieza en el hostal

Cusco
Cusco
Cusco

Restaurante Seledonia
Lomo saltado en Seledonia
Cusco - camino al hostal
Día 5 - martes (1er día Inca Jungle)


La alarma sonó a eso de las 5:30 am., pues no me gusta correr. Me duché y preparé mis cosas, dejando mi mochila en la bodega del hostal, para llevar lo justo y necesario al viaje. Mal que mal, serían 4 días llevando una mochila en la espalda, así es que empaqué un par de zapatos adicionales a los que llevaba puestos, 2 poleras de manga corta, una de manga larga, 2 calzas, un pijama, traje de baño y toalla. Dejé entonces la mochila grande y me fui a la recepción del hostal, donde me encontré con mi primer compañero de viaje, un Israelí llamado Thomer, que hablaba perfecto español (de hecho pensé que era argentino), quien llevaba 2 meses y medio viajando por Sudamérica y ya había conocido el extremo sur de Chile, la Patagonia argentina y parte de Bolivia. No antes de las 8 am llegó nuestro guía, Samuel, con quien nos dirigimos a la van que nos llevaría hasta la zona donde realizaríamos el descenso en bicicleta. Al subirnos, nos dimos cuenta que eramos los últimos en abordar (por eso el retraso) y en el camino, Samuel nos pidió que nos presentáramos cada uno, diciendo nuestro nombre, edad, país de procedencia y ocupación. Calculo que el promedio de edad del grupo era unos 26 o 27 años (gran sorpresa: ¡resulté ser la más vieja del grupo!) y las nacionalidades eran absolutamente variadas, prevaleciendo los europeos: alemanes, eslovacos, suecos, suizos, holandeses, irlandeses, un israelí, un australiano y dos canadienses. Y yo, chilena, la única que hablaba español nativo, ¡uf! Además de Thomer, una de las canadienses hablaba perfecto español, pues era hija de una colombiana, según me contó. El guía me preguntó cómo andaba mi inglés y yo le dije que bien, me defiendo. Así es que me explicó que hablaría el 100% del tiempo en inglés, para hacerlo más fácil. Bué. La gran mayoría venía saliendo de la universidad y este era el viaje que hacían antes de empezar la vida laboral, la vida "de adultos" y casi todos viajaban por 3 o 6 meses, a lo largo de Sudamérica (el extremo sur y extremo norte de Chile, parte de la patagonia argentina, Buenos Aires infaltable, en Bolivia conocían la zona de Cochabamba, La Paz, Potosí y el Titicaca, pasando por ahí a Puno, Arequipa y Cusco, para terminar en Lima o seguir hacia otros países del continente). En total eramos 22 turistas y 2 guías.

Anduvimos cerca de 1 hora y media, nos detuvimos a mitad de camino para comer algo y llegamos a lo más alto que me tocó estar: 4.200 mts. sobre el nivel del mar. Ahí nos detuvimos y descargamos las bicicletas y el equipamiento: guantes, cascos, tobilleras y jofa. La mañana estaba fría y había una gran neblina, que impedía ver la inmensidad de la montaña, la altura y la totalidad del camino que recorreríamos en 46 kms. de descenso pavimentado. Adrenalina pura para esta colorina no deportista, jeje. El paseo fue realmente espectacular: el camino era algo similar a lo que se recorre para llegar a Farellones en Chile; lleno de curvas (aunque no tan pronunciadas), muy verde, aire limpio, ¡una delicia!. Poco a poco la temperatura fue aumentando, no sólo por el pedaleo, sino también la temperatura ambiental. Alrededor de 3 horas después, el grupo entero ya se encontraba en destino. Dos compañeros se accidentaron: una chica holandesa que cayó de la bici y se raspó bastante el lado derecho del cuerpo y un suizo, que tuvo peor suerte y al caer se dislocó el hombro, así es que fue a dar al hospital de Santa Marta, mientras el resto del grupo nos dirigimos al Bar Restaurante La Estación a disfrutar un merecido y sencillo almuerzo, compuesto por sopa de quinoa (deliciosa, a mi gusto), arroz con bistec y verduras (para mi, el bistec fue reemplazado por una especie de fritos de verduras, muy ricos) y un postre que sabía igual a chocman con un chorrito de salsa de frambuesa encima. Al poco rato se nos incorporó el suizo, a quien le inmovilizaron el hombro con un cabestrillo y le dieron algunos analgésicos para que pudiera continuar la travesía. Valiente él, no fue capaz de entender ni una sola palabra de lo que le dijo el médico que lo atendió.

Para la segunda parte del día, el grupo se dividiría en 2: unos se irían a la aventura del raffting y el resto continuaríamos el camino haciendo trekking hasta el lugar donde dormiríamos. Fueron poco más de 3 horas de ascenso por la montaña que a esa altura ya era bastante selvática, en cuanto a clima, vegetación y fauna. En el camino nos encontramos con muchos mangos (lástima para nosotros: la época de cosecha de esta delicia es en febrero... ¡y yo que soñaba con comérmelos todos!), árboles de café, maracuyá, rocoto y muchas otras maravillas. A mitad de camino nos detuvimos en una casita de adobe, donde nos ofrecieron un rico jugo de maracuyá recién hecho, a tan solo $200 - USD 0.40, lugar en el que tenían por mascota al simpático mono tití 'Jahiro'.

Llegamos algo cansados al lugar donde pasaríamos la noche: una casita con varias dependencias y ampliaciones, pensadas evidentemente para recibir turistas. El clima era bastante templado en el lugar: estimo que de día hacían unos 28° y por la noche no bajaba de los 22°-23°, con lo cual las piezas no tenían ventanas y la puerta era sólo para mantener algo de intimidad al dormir. Ahí compartí pieza con dos holandesas; Barbra y Marliz, ambas muy simpáticas y cálidas, aunque un poco temerosas de los insectos, a tal punto que tuve que ser la valiente que matara una horrible araña que estaba en el rincón de nuestro dormitorio, jajaja (yo ni la hubiera matado, pero las chicas no podrían dormir). La amorosa dueña de casa nos recibió con una sopa de cabellos de ángel y un plato de carne (huevo para mi), arroz y vegetales, para cerrar con el infaltable agua de coca, que en ese lugar era de hojas naturales (estábamos rodeados de la planta, como podrán imaginar). Minutos antes de empezar a comer, llegó a unirse el grupo del raffting, quienes venían con noticias: la misma chica que se cayó en bicicleta en la mañana, se cayó de la balsa y se dislocó el hombro, por lo que pasaría la noche en el hospital junto a sus amigas, para reintegrarse a la mañana siguiente. La noche fue pasando y nos ofrecieron unas cervezas (pagando adicionalmente, claro). Ahí me di cuenta que mi inglés es bastante más malo de lo que pensaba: si bien entiendo prácticamente todo en una conversación, cuando quiero expresar una idea medianamente elaborada (y así ser parte de la conversación), quedo bastante corta de gramática y vocabulario. Nota mental: no estaría mal hacer un cursito de inglés al regresar a Chile.


Agotada decidí irme a dormir. Hacía algo de calor y yo llevaba pijama largo, pero me aguanté no más porque me empezó a dar la paranoia de la picada mortal de araña (ni que el pijama fuera a evitarlo... jajaja, en fin) y me costó una enormidad conciliar el sueño, pensando que efectivamente podía ser atacada por el veneno de una araña y morir esa misma noche. Raro, nunca me había dado un temor como ese, ¿sería por estar lejos de casa y sola?.


Pequeño desayuno antes de iniciar el descenso

Preparándonos para el descenso

Vista del camino, hasta el fondo llegaríamos
Siempre es buen momento
para tomar una foto a mitad de camino

3 horas después, ¡chao bicis!
Almuerzo
Bar Restaurante La Estación
Almuerzo, ñam
Sopa de Quinoa, deliciosa

Iniciando el trekking del día
Guía Samuel explicando acerca del café
Café
Jahiro, el mono
Jugo de Maracuyá recién hecho, una delicia
Llegando a alojar, después del trekking
Día 6 - miércoles (2do día Inca Jungle)


Desperté poco antes de las 5:30, con la primera luz del día. Me quedé un rato en cama sintiendo la temperatura y los ruidos de la naturaleza. Hermoso. Me levanté y me di una ducha de agua fría (más bien tibia, por la t° ambiente). Tomamos un sencillo desayuno y nos preparamos para iniciar un nuevo día de viaje. Nuestros guías nos recomendaron proteger nuestra piel con Achote (o Achiote): un fruto de intenso color rojizo, que utilizaban comunmente los Incas. Luego me enteraría que en otras partes del planeta, es utilizado para dar color a algunas comidas. Antes de partir, me di cuenta que tenía una fea picadura en el dorso del brazo. Se veía una especie de ampolla de aproximadamente 1 cm de diámetro, inflada y supurando agüita, con algunas mini ampollas alrededor. No me dolía ni ardía, picaba un poco, pero pensé que era más que nada un poco de paranoia, así es que le pregunté a Samuel y él me dijo que no me preocupara, que había sido una especie de mosquito y que no era nada raro. Mi compañera irlandesa tenía la misma picada en la pantorrilla, pero Carlos, el segundo guía, le dijo que había sido una araña (a mi también me parece que fue eso) y que no era de cuidado. Calculo que iniciamos la caminata cerca de las 9 am, poco después que se nos unieran las chicas holandesas que habían pasado la noche en el hospital. Según las indicaciones del guía Samuel, el sendero por el que circulábamos sería parte del originario camino del Inca. El camino era tan estrecho, que hubiera sido imposible cruzarse con una persona en contra. Un sólo traspié hubiera sido mortal, pues la quebrada tenía al menos 1 o 1.5 kms., según mi cálculo inexperto. Una de las cosas más espectaculares de la travesía fue sentir cómo la montaña te abraza, haciéndole honor al nombre 'Pachamama' con todas sus letras, cerros majestuosos pero inmensamente cálidos, vegetación contenedora, aires milenarios repletos de historia y pasar. Cada paso que dí en ese camino estuvo cargado de una energía única, como si mis pies sacaran raíces y se unieran a la tierra espontáneamente, sin decisión ni voluntad de ninguna de las dos partes, como si siempre hubiéramos sido uno. O una. Cada momento del camino fue único y vivido con el corazón repleto de algo indescriptible. Repleto, lleno, rebalsado de pura naturaleza. Impresionante. Inigualable.

Pasamos por una casa en la que nuevamente se nos ofreció algo para tomar y grande fue mi sorpresa al ver una cocina REPLETA de cuyes, que no sabes si son mascotas, comida, o ambos (me inclino por lo último). Era una escenario que realmente daba asco; pensar que en un espacio así se cocina, me hizo cruzar los dedos para que no fuera ese el lugar donde almorzáramos. Tuve suerte, almorzamos un poco más adelante, en restaurante llamado, 'creativamente', Wayna Picchu.

Continuamos el trekking por caminos más anchos y sencillos, sin mucha pendiente y atravesando algunos puentes de un lado a otro del río Vilcanota. A media tarde llegamos hasta un 'pase aéreo peatonal': un precario carrito que cruzaba el río desde las alturas, en el cual cabían sólo 2 personas y cuyo remolque era 100% humano; dos personas tiraban de las cuerdas -una a cada lado del río- para mover el carrito. Al verlo daba un poco de susto, pero ya arriba este casi ni se movía y el trayecto no duraba más de un minuto y medio.
Poco antes que empezara a oscurecer, llegamos a los baños termales de Cocalmayo: un espacio al aire libre con aguas termales naturales, precisas para terminar las cerca de 8 horas de trekking, ¡otra delicia recibida y agradecida!. Luego de una hora o una hora y media, Samuel y Carlitos nos reunieron para consultar si preferíamos pagar el transporte hasta Santa Teresa (por persona $1.800 - USD 3.6) o si preferíamos seguir 1 hora más de trekking. ¿Quién podría seguir con el trekking, después de relajarse en agua termal? Por supuesto NADIE quiso seguir a pie. Llegamos a Santa Teresa ya oscuro y fuimos a comer a un restaurante -el mejor de la travesía, para mi gusto- y terminamos en la discoteque del pueblo (imaginen cómo es la discoteque de un pueblo que no tiene más de 1.000 habitantes, jajaja, ¡una selva!). Yo, siendo la mayor del grupo, sólo me quedé un rato y resistí con total éxito, las ganas de emborracharme.


Amanecida en la selva
Nunca supe si esto era Maracuyá


Belleza
Planta del achote o achiote
Achote o Achiote
Pintada con el achiote
Simpático lorito del lugar

El grupo listo para iniciar el segundo día
Espectacular vista del Río Vilcanota
Trekking por el acantilado
Trekking
Trekking
Rocoto
La espeluznante cocina llena de cuyes
Almuerzo
Puente colgante
Paso aéreo
Aguas termales de Cocalmayo
Hostal en Santa Teresa

Día 7 - jueves (3er día Inca Jungle)


El día empezó sin muchas ganas de levantarse (imagino que más aún para mis compañeros). Si bien nos manteníamos en clima templado, la ducha fría no resultaba una idea demasiado atractiva, y sabiendo que esa noche llegaríamos al pueblo de Machu Picchu, donde habría ducha caliente, decidí sólo lavarme la cara y los dientes. Punto. La picadura en mi brazo se veía más fea que el día anterior, pero seguía sin preocuparme al no haber nuevos efectos secundarios. Caminé hasta el restaurante de la noche anterior, donde acordamos reunirnos para tomar desayuno. Ya se veían caras bastante trasnochadas y uno que otro compañero que simplemente no apareció sino hasta último minuto, pues se encontraba con la tremenda caña, de esas que se tiene a los 20 años por culpa de la calentá de hocico y el famoso 'vivir el presente', que bien poco te sirve cuando te toca caminar 4 días para llegar al lugar de destino. Me felicité a mi misma por mi madurez (jajaja) y, fresca como lechuga, me puse nuevamente la mochila sobre los hombros, para dirigirme junto a otros compañeros al zip line, o como se conoce en Chile, canopy (o también: tirolesa). No está de más decir que yo nunca me había tirado en canopy y fue una experiencia adrenalínica... pero nunca tanto (pensé que lo sería más). Igual da nervio estar colgando de un arnés a un par de kilómetros de altura, yo no me atreví a ponerme cabeza abajo y patas arriba, como lo hizo el resto de mis compañeros, pero sí me animé a tirarme tipo 'superman', que era con los brazos extendidos y con un guía sujetándome. Recorridos ya los 6 cables (unos 3 kms de zip line), terminamos la aventura caminando por the real puente colgante, eso me hizo sufrir un poco porque cada ciertos tramos había que manipular los ganchos que te sujetaba, pero usando unos guantes de seguridad muy gruesos y yo, ñurda como soy, era incapaz de soltar los ganchos, así es que tuve que recibir la asistencia de la compañera que venía atrás (muy amable y paciente ella). Terminamos la experiencia con una buena foto de los 4 que eramos, para luego subirnos a un taxi que nos llevaría a reunirnos con el resto del grupo que, dicho sea de paso, llevaban ya un par de horas de trekking. En el camino hacia la hidroeléctrica, los vimos caminar y al saber que teníamos un poco de ventaja, Samuel le pidió al taxista que nos detuviéramos en un sector del río, donde pudimos sacar algunas fotos y meternos al agua fría (aunque no más que el agua del mar en cualquier playa de la costa de Chile).

Nos encontramos, entonces, con el resto del grupo y almorzamos al aire libre, el mismo tipo de comida que veníamos probando desde el inicio: bien casera y simplecita, pero muy rica. Retomamos el trekking y esta vez caminamos bordeando la línea del tren, a la altura del río; ya no más senderos estrechos ni ascensos difíciles, la pendiente era mínima y el camino ancho, lo que nos permitía conversar un poco más y disfrutar el paisaje sin mayores riesgos. La caminata hasta Aguas Calientes -el pueblo de Machu Picchu- fue de unas 4 horas y así concluimos el último tramo, llegando al lugar a eso de las 16:30, lo que nos dejaba un rato más de luz natural y la tarde libre para ducharnos y salir a caminar y proveernos para el día siguiente, pues esa noche tendríamos la última comida todos juntos, incluida en el tour.

Aguas Calientes es un pueblito 100% turístico, pequeño y bastante más 'cuidado' que otras de las localidades que me tocó conocer. Este se encuentra bien encajonado y abrazado por las montañas, sus calles son muy bonitas y hay muchos negocios y un gran mercado de artesanía típica. También encuentras en Aguas Calientes un mercado de frutas y verduras, que es una de mis debilidades. Lo primero que hice, después de la ducha, fue ir al mercado a comprar un tentador mango y me lo comí ahí mismo en la calle, con cáscara y todo, chorreante y dulce; fue de las cosas más ricas que comí en Perú. Compré agua, gatorade y un pancito para almorzar al día siguiente, advertida por nuestros guías respecto a lo caras que podían ser las provisiones en Machu Picchu (hasta $4.000 - USD 8 por una botella de agua, que en un negocio común no superaba los $500 - USD 1) y con la segunda advertencia de la hora de salida a la mañana siguiente, programada para las 4:30 am para los que subían a pié y para las 5:30 am para los que decidimos subir en bus (entiéndanme: llevaba 3 días caminando, tengo 33 años y no hago deporte en forma rutinaria... y todavía me quedaba subir la montaña de Machu Picchu al día siguiente). Recorrí también la feria artesanal y compré algunos recuerdos y regalos para mi familia y amigos, lo justo y necesario para poder llevar conmigo. Inevitable fue comprar una preciosa cartera de cuero (material que no es santo de mi devoción, pero el diseño me conquistó). A las 19:30 nos reunimos todos en un restaurante y comimos a la carta. A las 21:30 ya estábamos desocupados y poco después de las 22, yo ya estaba durmiendo plácidamente.




En shock con el canopy
Toda una aventura mi primer canopy :)
Como Superman
El australiano como monkey. Yo no me atreví
Terminando el canopy:
the real puente colgante
El grupo del canopy
Tremenda cascada artificial
Chapuzón en el Vilcanota
Última tarde de trekking
Primer avisatamiento de Machu Picchu
Aguas Calientes - el pueblo de Machu Picchu
Bellas carteras de diseño original

La elegida (¡y pucha que costó!)

Día 8 - viernes Machu Picchu (último día Inca Jungle)


Desperté con el teléfono de una de mis compañeras de habitación (esta vez dormí con las chicas canadienses), quien ni se inmutó con el despertador, así es que me levante y le avisé que ya debía ponerse en camino (ella subiría a pié). Al poco rato me levanté y me di una ducha, para despejarme. Me dolían todos los músculos del cuerpo y me sentía de verdad agotada. Caminé hasta la fila para subir al bus, donde me encontré con el resto de mis compañeros. Llegamos al acceso a las 5:55 am, donde nos reunimos todos junto a Samuel y Carlos. Ahí nos explicaron que recorreríamos la ciudad todos juntos, donde nos irían contando los detalles históricos de los Incas que vivían ahí. Ingresamos poco después de las 6 am y nos ubicamos en un lugar que nos permitió recibir los primeros rayos de sol de la mañana. Fuimos muy afortunados, porque muchas veces (entiendo que la mayoría de las veces) amanece totalmente cubierto por la neblina y poco a poco va abriendo, mientras que a nosotros nos tocó un día 100% despejado desde el amanecer. Recibir esos primeros rayos de sol es algo realmente indescriptible. Ya han leído en este relato algunas cosas acerca de la energía poderosa de este lugar: pues imagínense que Machu Picchu y sus primeros rayos de sol es un momento en que esa energía se multiplica por 100. No sabría qué más decir. Enmudecí y quise que el resto del mundo desapareciera por unos segundos, nada más.


Recorrimos la ciudad y recibimos todos los tips históricos que poco y nada recuerdo, nos sacamos una última foto de grupo (algo pasó con las chicas holandesas, que no quisieron participar) y nos despedimos amorosamente de nuestros guías, de debían retornar a sus hogares. Ahora pasaba a ser MI tiempo, con libertad hasta las 21:00, cuando debía abordar el tren para volver a Cusco. Eran las 10:30 y el acceso a la montaña Machu Picchu podía realizarse hasta las 11:00 am. Fui al baño rápidamente y estuve en la puerta a las 10:55. Comencé a subir: cientos, miles, millones de escalones para llegar a la cima. El tiempo promedio de ascenso, según me informaron previamente, era de 1 hora 30 minutos. Me puse los audífonos y dejé la sonar la música aleatoriamente. Había de todo: Calle 13, Michael Jackson, La Oreja de Van Gogh, Miranda!, BB King & Eric Clapton, The Beatles, Red Hot Chilli Peppers, Camila Moreno, Nano Stern... Subí a paso firme y con total tranquilidad. Los muslos poco a poco empezaron a tomar temperatura y la respiración, a agitarse. A ratos paraba para tomar un poco de aire, admirar el imponente paisaje y sacar una que otra fotito, pero el descanso se veía rápidamente suspendido por los muchos mosquitos que acudían a chupar sangre, sin repelente que hiciera efecto. De a poco empecé a sentirme muy agotada, me dolían las piernas completas y empezaba a hacer mucho calor. Tomaba agua para apaciguarlo, sin parar para que no me picaran los mosquitos. La cumbre se veía siempre 'a la vuelta de la esquina', pero nunca llegaba. Tampoco cronometré el tiempo, así es que no tenía ninguna noción de cuánto tiempo había pasado. A ratos me encontraba con algún otro aventurero que iba más lento que yo, y lo sobrepasaba. A ratos me sobrepasaban a mi. Los escalones se empezaban a hacer cada vez más pequeños y angostos. Me encontré con un francés de esos muy, muy negros, tanto que se ven un poco azules. Era muy flaco y de unos 22 años. Tenía cara de estar fatigado y yo le di una palabra de aliento. Me miró con desesperación y me dijo que no podía seguir más, y yo le decía: you can do it, you're almost there! Y él quería puro llorar. Seguí mi camino y me empecé a cruzar con gente que ya venía bajando y todos te daban una palabra de aliento y te decía que ya estabas llegando. Me alcanzó un argentino muy guapo; venía con el torso desnudo y con cara de estar mareado. Se paró junto a mi y me dijo que sufría de vértigo. ¡Vértigo! ¡Pero si estamos a no se cuántos mil metros de altura! Y sumó a eso que había cometido la torpeza de subir sin agua. Fue imposible no estirar el brazo para alcanzarle una de mis dos botellas. No, no lo hice por guapo, si hubiera sido un sapo también le habría compartido un poco de líquido, ¡el pobre venía a duras penas!. Tomó un poco y me dijo: 'no tienes idea cómo sabe esa agua en este momento. Nunca había tomado algo tan maravilloso'. Le dije que tomara un poco más (eso sí fue porque era guapo, jeje) y me dijo que no quería abusar. Yo insistí y él insistió. Baba. Je. Él siguió subiendo y yo partí detrás, creí que no llegaría pero ¡no podía rendirme!. Creí que me iba a desmayar, en serio, pero no era posible haber llegado hasta ahí y no hacer cumbre. No.

Y llegué. Llegué y me agaché dejando el tronco y mis brazos colgando hacia abajo, con las piernas bien estiradas, mientras una pareja que ya estaba ahí me felicitaba por el logro. Me sentí muy mareada y respiré ondo. Tomé una gran bocanada de aire e irguiéndome, puse mis manos alrededor de la boca para amplificar el sonido, y grité un escandaloso: AYAYAYAYAYAYAYYYYY!!!!!!!! que realmente me salió del alma y sin ningún tipo de premeditación. Volví a respirar ondo y me di una vuelta en 360° sobre mi eje, admirando el lugar. Impresionante. Realmente me sentía el pelo de la cola de la pulga de una pulga, en el mundo. Tras mi grito, un grupo de rubias (vaya usted a saber si eran gringas, alemanas, suecas o simplemente unas peliteñidas, jeje) soltaron una buena carcajada. Me dirigí al otro extremo de la cumbre -no crea usted que había mucho espacio, calculo que no cabrían más de 30 o 40 personas, a lo sumo- y una de las rubias se me acercó para preguntar qué cresta estaba sonando en mi ipod. Le respondí: 'Nada que me hiciera gritar así. Es Bon Iver, ¿lo conoces?'. Ella respondió: 'Sí, que relajante' y yo seguí mi camino, para ubicarme donde estaban mis compañeros de tour. Me senté en una roca y dejé el modo 'aleatorio' de mi música, para buscar ESE tema que esperaba escuchar al hacer cumbre. Y así empezó a sonar la Camila Moreno con 'Lo cierto' y las lágrimas fluyeron sin ningún pudor, cual cascada, mojándome la cara completa y metiéndose por mi boca mientras yo cantaba despacito la canción completa. Me saqué los lentes, me limpié las lágrimas y abrí mi bolso para sacar el pancito que había llevado de almuerzo. Tenía queso, palta, lechuga y estaba muy rico. Alcancé a estar 15 minutos en la cumbre, cuando el guardaparques nos anunció que ya era hora de bajar, siendo las 12:45, pues el acceso a la montaña se cerraba a las 14:00 hrs. Antes de descender, le pedí a Thomer que me sacara una foto y grabé también un videíto :)


El descenso fue bastante más sencillo que la subida, claro. Eso sí, las rodillas sufren bastante al bajar tantas escaleras, sobre todo para una persona sin entrenamiento como yo. Llegué abajo poco antes de las 14:00 y decidí recorrer un poco más el lugar, ya sin tanto turista como en la mañana. Como el primer tren de vuelta a Cusco sale a eso de las 15:00 hrs., a esa hora había al menos 1/8 de la gente que había temprano. Una delicia. Caminé por las terrazas que bordean la ciudad y me sentí muy cansada, así es que encontré un buen lugar para sentarme a escuchar música y a admirar un rato más la hermosura de momento que estaba viviendo.

A las 15:30 decidí volver a Aguas Calientes y bajé en bus, porque a pesar de tener bastante tiempo antes de tomar el tren, ¡mis rodillas no soportaban ni una escalera más!. Al llegar al pueblo recordé que el día anterior había visto algunos lugares donde se ofrecían masajes y decidí no esperar a llegar a Cusco para tomar uno, a pesar que los precios eran bastante más elevados. Me decidí por un masaje Shiatzu (nunca lo había experimentado) que me costó unos $12.000 - USD 24 y duró poco más de una hora. Este masaje consiste en recibir presión en ciertos puntos clave del cuerpo (conocidos como chakras), en armonía con un masajeo permanente. Realmente muy rico, el tipo que me ofreció el servicio era un encanto y lo sentí muy profesional, y mi cuerpo agradeció también ese cariñito, desde luego.

Volví al mercado para saborear un mango como el día anterior y paseé por los pocos rincones que no había conocido aún. Más tarde volví al hostal en el que tenía mis cosas y me reuní ahí con mis compañeros de tour, con quienes fuimos a comer una pizza y cerveza, antes de abordar el tren.

El viaje desde Aguas Calientes a Cusco dura más de 3 horas. Varias personas me habían dicho que el viaje en tren era muy lindo, pero la verdad es que de noche poco y nada se puede apreciar. Es más: exhausta después de un día de grandes emociones, lo único que quería era dormir arriba del tren, cosa que fue casi imposible porque el vaivén era tal, que al apoyar la cabeza en la ventana ¡me dí mil y un cabezazos!. Y cuando abría los ojos, molesta por la situación, me encontraba con mi compañero enfrente que moría de la risa al vernos a todos en la misma situación, jajaja. Unas dos horas de viaje y llegamos a Ollantaytambo, destino final del tren y lugar de combinación para tomar la mini van que nos llevaría a Cusco. Ahí ya pude dormir un poco, llegando a destino después de la 1:00 am, directo a la cama en la misma pieza del hostal que había dejado 4 días atrás.


5:55 am - Acceso Machu Picchu
Poco después de las 6 am
Y pocos minutos después... ¡SOL!
Absorbiendo
El grupo completo :)
Yo
El grupo despidiendo a los guías
Samuel y Carlos, ¡los mejores!
Lista para el desafío de subir la montaña
Ascendiendo, en todos los sentidos posibles
Mitad de camino. Ojo con la altura
Escaleras
Más escaleras
¡Más escaleras!
Cumbre
Cumbre
Sentada disfrutando la vista
FelicidaT  \o/
Wayna Picchu
Paz
Descanso en Machu Picchu antes de volver
Aguas Calientes
Feria en Aguas Calientes
Día 9 - sábado (de vuelta en Cusco)


Desperté cerca de las 9:00 am y me dí una reconfortante ducha caliente. Bajé a tomar desayuno y me encontré con las cuatro chicas chilenas con quienes había compartido el tour por el valle Sagrado días atrás, a las que les había comentado acerca del tour que iba a hacer y querían escuchar mi relato. Ellas habían viajado también a Machu Picchu, pero habían hecho el clásico tour en bus/tren que dura 2 días y 1 noche, pues sólo estuvieron 7 días en Cusco. Desayuné conversando con ellas y preparé mis cosas para dejar el hostal, porque antes de partir a Machu Picchu había decidido irme a un hotel más bonito y con pieza sola, para pasar ahí mis dos últimas noches en Cusco.

El nuevo hotel quedaba en la misma calle del hostal. 'Niños Hotel' es un lugar muy confortable y lindo. Es un lugar que se dedica a reunir fondos para niños huérfanos y cada habitación lleva el nombre de un niño. El valor de la habitación era de $12.000 - USD 24 la noche, para una persona, con baño compartido. La pieza era cálida y linda... ¡y con cama de 2 plazas sólo para mi! jejeje.

Decidí ir a comer a un restaurante pituco y caro, 'a ver qué tanto', pensé. No quise ir al famoso Chi Cha, de Gastón Acurio, pensando que en Chile hay varios restaurantes de él. Recurrí esta vez a las recomendaciones de Trip Advisor y así llegué al MAP Café, un restaurante ubicado al interior del Museo de Arte Precolombino, de unas 20 mesas entre la terraza y el interior. El día estaba muy agradable, así es que me quedé en la terraza. Casi no había nadie; sólo estaba yo y una familia más grande en una mesa cercana. Pedí un pisco sour que estaba realmente de otro planeta y me trajeron también una 'emulsión a la vinagreta' y pan para untar. Antes de traerme el plato principal, el garzón me ofreció una toalla caliente y húmeda para lavarme las manos. Siútico y chistoso, pero agradecía el gesto, desde luego. Lo que me trajeron para comer es una de las cosas más ricas que he probado en la vida: canelones de quínoa y verduras varias. Realmente orgásmico, debo decir. Cerrar esta maravilla de almuerzo eligiendo entre los 10 o 12 postres elaborados que mostraba el menú, no fue tarea nada fácil. Había 3 o 4 alternativas que me tenían de verdad indecisa y lo peor fue pedirle a Yuri, el garzón, que me recomendara uno, pues muy sonriente y divertido, se limitó a decirme: 'todos los postres son espectaculares, tendrá que aventurarse y escoger uno'. Elegí 'suspiro sobre galleta de almendras, acompañado de helado de oporto con frutillas calientes'. Y así fue como llegué al cielo. El menú, que incluyó una copa de un rico Merlot por cuenta de la casa, costó $20.000 - USD 40. Todo un lujo para el económico viaje que tuve, ¡pero los valió!.

Luego de el celestial almuerzo, caminé hasta un mercado de artesanías para comprar los últimos regalos que llevaría a Chile. Di algunas vueltas por un barrio no turístico, muy diferente a lo que había visto hasta el momento, más simple y pobre, más cotidiano, más común. Pasé por un taller de confección de zapatos de cuero y entré. Había mil y un modelos de botas y botines, de todos los colores. Cuando estuve en Aguas Calientes, vi en la feria unos botines de varios colores que me encantaron, pero no había mi número y los encontré nuevamente en este lugar. Le pregunté al maestro si tendría unos número 38 y me dijo que no tenía, pero que me podía confeccionar unos iguales, con colores a mi elección y entregármelos esa misma noche. Sentí que me brillaron los ojitos, jajaja, así es que me puse al tiro a mirar los cueros de mil colores, para escoger los 5 que me había indicado. Me costó un poco imaginarme la combinación, pero la cerré en fucsia, café moro, calipso, morado, naranjo y azul eléctrico, y quedé de pasar a buscar esas maravillas a las 21:00 hrs. 
Volví al hotel y dormí una reponedora siesta, en mi gran cama de habitación personal.

A la hora señalada, volví por mis botines y Don Julio, el maestro, me pidió 15 minutos adicionales. Los retiré al rato y me fui feliz con mi compra: $25.000 - USD 50 por esas maravillas hechas a mano y únicas. Fue el gran recuerdo físico que me traje a Chile.

Busqué un lugar para comer, antojada de pizza. Luego del acierto al almuerzo, volví a buscar en TripAdvisor y me encontré con la recomendación de un lugar que, lamentablemente, no registré con su nombre. Es una pizzería muy cerca de la Plaza de Armas de Cusco, que cuenta con muchos años de historia. Ahí pedí una pizza tamaño personal, de morrón y aceitunas, con una jarrita de jugo de maracuyá para acompañar. El jugo estaba delicioso y ayudó a hacer menos aburrida la espera. La pizza estaba rica, pero era algo pesada. El queso no era mozzarella y no pude comerla toda.

Llegué de vuelta al hotel con cierta pesadez estomacal y me costé con molestia. 'Nada que el reparador sueño no pueda aliviar'. Y me dormí.


Último desayuno en Loki Hostel
Niños Hotel
Mi gran habitación con cama grande, jeje
Callecita de Cusco
Más Cusco
Cusco

Pisco Sour en MAP Café
Pituquez antes de comer
Canelones de Quínoa
Suspiro
Zapatería multicolor
Botines personalizados

Pizza y jugo de maracuyá
Día 10 - domingo


Desperté sintiendo aún el estómago pesado y con un poco de asco. Igualmente comí unos ricos panqueques con miel de maple al desayuno, acompañados de agua de menta. La molestia fue pasando, pero el asco y algo de náuseas no se me quitaban. En mi último día en Cusco, decidí visitar el Mercado de San Pedro, que quedaba a algunas cuadras del hotel. Caminé por las calles, había bastante movimiento por el día de la madre. Llegué al mercado y ahí encontré muchas cosas lindas, ricas y entretenidas: desde artesanía hasta jugos de todas las frutas, pasando por cuyes asados, papas de muchas clases, masitas dulces y saladas y regalos varios por el día de la madre. Dentro del mercado había varios puestos de venta de comida, pero me fue imposible probar bocado por el asco que arrastraba desde la noche anterior. Compré en la calle una bolsa de palmito natural y un fruto llamado 'Pacai', que por fuera es parecido a las habas; de cáscara gruesa y por dentro bastante peculiar, el fruto tenía la textura parecida a una manzana y su sabor tenía un rastro de gusto a plátano, pero la verdad es que era bastante diferente a cualquier otra cosa. No me gustó. El palmito fue una gran desilusión también, ¡porque era dulce!. En fin. Pasé el resto de la tarde sintiéndome nada bien, algo mareada y sin que las náuseas se me pasaran. Me compré un paquete de galletas de agua y me tomé una crema de zapallo muy rica en el hotel, antes de irme a mi pieza a ordenar mis cosas pues, el avión rumbo a Lima partía cerca de las 8:00 am.

Panqueques con miel de maple :)
Mercado San Pedro
Papaya peruana
Palmito natural
Mercado San Pedro
Masitas en el mercado San Pedro
Vendedora de 'Pacai'
Día 11 - lunes


Desperté extrañada, pues seguía con esa sensación de asco y náuseas, aunque sin molestia estomacal. No entendía por qué me sentía mal, además que no había ido al baño en claro síntoma de estar enferma de la guata, pero ya me empezaba a acostumbrar a la sensación. El día anterior dejé programado el taxi, que llegó puntual a buscarme al hotel y esta vez, lejos de lo que pagué cuando llegué, me costó $1.800 - USD 3.6. Subí al avión sin contratiempos, para aterrizar a eso de las 11:30 am en Lima. La ciudad es bastante grande como sabrán (30 millones de habitantes) y el viaje del aeropuerto hasta el hotel en San Isidro fue de casi una hora. El costo del transfer fue de unos $8.000 - USD 16, si mal no recuerdo. La reserva en el hotel Plaza del Bosque, la hice un par de semanas antes de mi viaje, desde Chile. Compré a través de Despegar.com, buscando una buena oferta de hotel 5 estrellas, pensando que sería divertido dormir en un lugar lujoso, luego de haber pasado por un hostal de pieza compartida (sí, me gustan los contrastes). Así fue como pagué $80.000 - USD 160 por una mega habitación con cama super king, jajaja, ¡realmente todo un lujo!. El hotel era algo antiguo, pero muy bonito. La pieza era bastante grande y la cama y sus almohadas eran como para llevársela a casa :)

Dejé mis cosas y salí inmediatamente a caminar, aún sintiendo ese malestar incesante. Caminé orientada por Google Maps y llegué hasta la costa, para ver el mar. No digamos que es un mar demasiado hermoso, pero era mar al fin y al cabo. Seguí caminando un par de horas, bordeando todo el tiempo la costa y pasé de San Isidro a Miraflores que, según lo que todos decían, es el barrio más lindo de Lima. A pesar del malestar que sentía, yo había decidido pasar por Lima sólo para degustar algunas exquisiteces de la gastronomía peruana, así es que me hice el ánimo y me senté en la cebichería Punta y Sol, que queda en la costa. Pedí una cerveza Cusqueña y un cebiche que estaba muy rico, pero que no pude terminar de comer porque no me sentía bien, ¡maldita sea!. Luego de almorzar seguí caminando y llegué al mall Larcomar, el que visité en un ataque de nostalgia por haber dejado de trabajar en Parque Arauco algunos días atrás. Continué mi periplo por la ciudad y llegué a un mercado, donde compré una bolsa de maíz cancha tostado y salado, y una bolsa de habas también tostadas y saladas, para traerme a Chile. Encontré también en el camino una gran feria artesanal, donde pude ver las mismas bellezas que encontré en Cusco y algunas otras cosas. Me costó un poco volver al hotel, porque lo hice caminando y como no seguí por el camino de la costa, me desorienté. Caminé cerca de 7 horas y llegué al hotel rendida, lista y dispuesta para disfrutar de esa inmensa cama y las bondades de la televisión por cable.


Cama super king en Hotel Plaza del Bosque
San Isidro - Lima
Caminata por la costanera - Lima
Vista desde la costanera - Lima
Miraflores - Lima
Cebiche en Restaurante Punta y Sol
Feria

Graffiti en Lima
Otro graffiti bello
Día 12 - martes y se acabó


Nuevo despertar con malestares. A esa altura ya me estaba preocupando y hasta llegué a sospechar un posible embarazo. ¿Cómo podía llevar 3 días con asco y náuseas, sin más síntomas?. El escenario para un embarazo no era el mejor, porque recientemente había renunciado a mi trabajo, para enfrentar un nuevo desafío laboral, en cuanto llegara a Chile. Ya me imaginaba, aun sin contrato firmado, contándole a mi nuevo empleador que dentro de unos meses me iría con pre natal, jajaja, ¡mal!. Pero bueno, ya vería en Chile cómo se desarrollaban las cosas, por ahora no había mucho que hacer.

Luego de ducharme, bajé a tomar desayuno que, obviamente, poco y nada disfruté. Aproveché de dejar pedido el taxi para la tarde y me dirigí nuevamente a la calle, para conocer un poco más y comprar un bolso adicional para llevar las compras que había hecho a lo largo de mi viaje. Tomé algunas fotos en la calle y regresé al hotel para terminar de guardar todo y hacer el check out. Ya quedaban pocas horas para regresar a Chile y la verdad es que yo estaba feliz de volver. No tiene ninguna gracia sentirse mal, y fuera de casa, ¡peor!, pero no por eso iba a desaprovechar el rato, así es que nuevamente me lancé a la calle y me subí a un taxi que me llevó hasta la Plaza de Armas de la ciudad. Me pareció un barrio bastante parecido al centro de Santiago: muy antiguo y de hermosa arquitectura, con sucuchitos para comer barato, muchas oficinas y negocios y gran cantidad de gente circulando. Recorriendo las calles me encontré con el 'barrio chino', donde se podían ver variados negocios y algunos íconos de la arquitectura oriental. Ahí me comí un último choclito caliente (sin queso, por el malestar) y volví al hotel, lista para tomar mis maletas y partir al aeropuerto.

La aventura terminó al entrar por la puerta de mi casa, a las 3:00 am del miércoles, donde concluyeron también las náuseas y el asco de los 3 días anteriores, sin embarazo ni otras sorpresas.

Este fue mi primer viaje sola, la experiencia fue hermosa y se quedará en mi corazón para siempre. Sorprendente Perú, mágica energía, gracias por recibirme con tal calidez y dejarme el alma llena, llenita.



Edificio en centro de Lima
Barrio Chino - Lima
En el piso del Barrio Chino:
miles de estas cerámicas inscritas








Algunas panorámicas del viaje

Subiendo a Saqsaywaman
Cusco desde Saqsaywaman
Cusco desde Saqsaywaman
Cusco desde Saqsaywaman
Saqsaywaman
Saqsaywaman
Saqsaywaman
Saqsaywaman
Valle Sagrado
Valle Sagrado desde Pisac
Valle Sagrado desde Pisac
Ollantaytambo
Machu Picchu
Machu Picchu
Machu Picchu
Machu Picchu desde la cumbre de la montaña homónima
Cumbre de la montaña Machu Picchu

Comentarios

  1. HErmoso, me lo devoré ... como haber estado ahí.... se agradece.

    Cheka.

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  2. Que te puedo decir, hermoso, me encanta leerte, sin faltas ortográficas y sencilla, simple... Como la Anika que leo hace más de 10 años :)... No pude evitar acordarme de la Habybe con el tema de los Cuyies (Cuyes?) xD...

    El otro año pretendo ir a Perú, pero con los niños... así que sólo un poco de trekking y muuuucha paciencia :)

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  3. Maravilloso viaje los doce dias contigo!!! tanto que me senti energizada y me hizo recordar mi viaje!!!
    besos miles
    tu mama

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  4. Hermoso e inspirador
    Gracias Colorina!

    Sol

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