VIPASSANA



La primera vez que escuché hablar de Vipassana fue hace 3 o 4 años atrás, cuando mi primo Cristián acudió a una meditación de 10 días en completo silencio. Recuerdo vívidamente haber pensado que mi primo, así como cualquier otra persona, debía estar loca como para asistir voluntariamente a una práctica así. Y cuando hablo de locura en ningún caso lo digo peyorativamente, muy por el contrario, lo pensé en ese momento y lo digo ahora con bastante admiración y lejanía a mi realidad y momento de vida (en efecto: soy una admiradora de la locura desde los múltiples ángulos que esta tiene). Al poco tiempo volví a escuchar Vipassana en boca de Carla, quien en ese entonces era pareja de mi hermano. Ella también fue a un curso y yo volví a admirar la locura. Nunca más me acerqué al tema  hasta hace poco más de un año atrás, cuando, mientras planificaba parte de mi viaje al sudeste de Asia, pensé que sería buena instancia para ingresar a un ashram a meditar. Hasta entonces, mi cercanía con la meditación se limitaba simplemente a bordearla a través de la práctica de Bikram, es decir, nunca había meditado propiamente tal. Y así fue como entré a un lugar llamado Bali Silent Retreat, un espacio donde se ofrece un ambiente apropiado para descansar, reflexionar, meditar y tal como ellos mismos profesan: para no hacer nada. Yo estaba nerviosa y algo asustada por el único requisito que exigía el lugar, que era hacer silencio durante la estadía, no sabía por cuánto tiempo sería capaz de silenciar mi voz sin que la cabeza me bombardeara con sus mil quinientas millones de ideas por segundo. Me propuse estar ahí una semana y de acuerdo a cómo fluyeran las cosas, extender la estadía o no. Justo antes de entrar  hablé con mi familia paterna y conté que estaría incomunicada por unos días y alguien por ahí dijo: "¡ah! harás un Vipassana como el Tatán". Y yo respondí: "algo así". Y que sabía yo lo lejos que estaba aún de Vipassana...

Durante mi recorrido de vida y poco a poco, especialmente durante los últimos 3 años, mi búsqueda y necesidad de desarrollo espiritual ha ido en aumento. Todo ha avanzado espontáneamente y sin forzar, permitiéndome a mi misma vivir cada experiencia o dejar de vivirla de acuerdo a mi propia fluidez (creo que es el mejor regalo que me he hecho en la vida, hasta ahora). Así fue como una cosa y otra me llevaron a buscar información acerca de la Vipassana en abril o mayo pasado, encontrándome con la primera barrera: la postulación al próximo curso. Pues sí, no es simplemente tomar la decisión de ir e ir, sino que debes postular a través de un formulario online, el cual tiene una fecha específica de postulación, un par de meses antes del inicio de cada curso. El próximo curso que se dictaría en Chile sería en Agosto y las postulaciones se abrían uno de los primeros días de junio. Recuerdo que programé una alarma en el calendario de mi celular para que me avisara un día antes y así no olvidarlo. Al medio día del inicio de las postulaciones, entré al sitio, llené el formulario, leí el código de conducta (insistían en lo imprescindible que era leerlo y estar de acuerdo con lo que ahí se explicaba antes de enviar la postulación) y lo envié. Un par de días después me llegó un correo que indicaba que las inscripciones se habían copado antes que yo enviara mi postulación, por lo que quedaría en lista de espera y me avisarían si la lista corría para liberar un cupo para mi. No volví a recibir información. Al poco tiempo, conversando con mi hermano de una cosa y otra, me contó que su amigo Martín estaba esperando que se abrieran las postulaciones para un nuevo curso que se dictaría en diciembre, así es que averigüé la fecha de postulación y esta vez entré al sitio a las 00:00 hrs. 00:05. 00:10. 00:15 y el sitio no mostraba aún la opción para postular. Estuve intentándolo hasta pasado la 01:00 y no logré postular. A eso de las 07:30 am del día siguiente desperté y fui directamente a postular.  Al día siguiente me llegó el correo de confirmación: mi inscripción ya era un hecho y el día 5 de diciembre debía presentarme en Putaendo, donde se impartía el curso.

Poco averigüé antes del 5 de diciembre: Vipassana significa "ver las cosas tal cual son". Son 10 días de meditación en completo silencio (no sólo verbal, sino referido a la comunicación en todas sus formas: no señas, no expresiones, no cruce de miradas). Asisten hombre y mujeres de cualquier edad, etnia, religión, etc. Se imparten cursos de Vipassana en todo el mundo. No tienes que pagar para asistir a un curso, pero al final de este cada quien dona lo que quiere y puede, entendiendo que estas donaciones financiarán el próximo curso, así como las donaciones del curso anterior son las que financian el curso en el que estás. Un encuentro nada casual con un chico llamado Gonzalo, dos meses antes, me reveló algo más de información: "estarás un par de días con la concentración puesta sólo en tu nariz. Hora tras hora, meditación tras meditación, todo se centrará en tu nariz" fue lo que Gonzalo me dijo. Y esto es todo lo que yo sabía en cuanto a la meditación en sí, el resto sólo era información dura como qué tipo de ropa llevar, qué cosas se podía hacer o no hacer durante los 10 días (como por ejemplo: no puedes llevar libros, música, lápiz ni cuaderno para escribir, mucho menos un computador u otro artículo electrónico. No puedes llevar comida de ningún tipo y tu ropa debe ser lo más neutra posible, sin imágenes de ninguna clase, sin escotes ni exhibiendo demasiada piel. Y así).

Un día antes de partir me contactó Martín, amigo de mi hermano, para preguntarme si me iría en auto y si podía irse conmigo, pues la noche anterior le avisaron que se liberó un cupo a último minuto y tenía la opción de tomarlo, cosa que él prácticamente no dudó. Sería su tercer Vipassana.
Llegamos el sábado en cuestión poco después de las 15:00 hrs., ahí se nos hizo el ingreso y se nos asignó a cada uno su dormitorio, hombres separados de mujeres, los hombres dormían en dormitorios de 4 camas, las mujeres de 2. Al ingresar se nos pidió dejar todos nuestros valores en custodia, junto a cualquier otro artículo electrónico, que básicamente redundaba en celulares. De entrada, el lugar me sorprendió por lo hermoso, cálido y cómodo. Sin haberlo imaginado concientemente, lo que se me venía a la mente antes de conocerlo era algo mucho más rústico y modesto, quizás incluso un poco incómodo, pero era todo lo contrario. Una vez en mi dormitorio, me encontré con que mi compañera ya se había instalado pero no estaba ahí, así es que tomé lugar en la que sería mi cama, desocupé mi maleta, inspeccioné brevemente el baño y salí a recorrer el lugar. Había muy lindos y cuidados jardines, un par de lagunas de loto, un laberinto de meditación, bancas aquí y allá, cuidados caminitos para transitar y un gran mandala de piedras en el centro del sector femenino. Había también un comedor (con espacio separado para hombres y mujeres) y un gran salón de meditación donde pasaríamos gran parte de nuestras horas los cerca de 80 alumnos -nuevos y antiguos-. Tuvimos, entonces, nuestra primera reunión grupal donde se nos dieron algunas explicaciones básicas respecto al funcionamiento del lugar y a ciertas normas de convivencia y se hizo un repaso del calendario a seguir cada día:

04:00 hrs. llamada a través del gong
04:30 a 06:30 hrs. meditación en habitación o en salón
06:30 a 07:15 hrs. desayuno
08:00 a 09:00 hrs. meditación grupal en salón
09:00 a 11:00 hrs. meditación en habitación o en salón
11:00 a 11:45 hrs. almuerzo
12:00 a 13:00 hrs. entrevista con profesor
13:00 a 14:30 hrs. meditación en habitación o en salón
14:30 a 15:30 hrs. meditación grupal en salón
15:30 a 17:00 hrs. meditación en habitación o en salón
17:00 a 17:30 hrs. merienda
18:00 a 19:00 hrs. meditación grupal en salón
19:00 a 20:15 hrs. charla
20:15 a 21:00 hrs. meditación de cierre
21:00 a 21:30 hrs. preguntas al profesor
22:00 hrs. se apagan las luces

Prácticamente 11 horas de meditación al día. Por 10 días. Manteniendo el silencio. Y manteniendo también los 5 preceptos de la Vipassana, a saber: abstenerse de matar a cualquier ser viviente (esto incluye moscas, hormigas, insectos de cualquier tipo), abstenerse de mentir, abstenerse de robar, abstenerse de cualquier actividad sexual y abstenerse de consumir intoxicantes (drogas de cualquier tipo, alcohol, tabaco). Nada demasiado complicado, pensé.

El primer día comenzaría, entonces, al día siguiente a las 04:00 am y así acudimos a la primera meditación de la jornada. De aquí en adelante no podré ser lo suficientemente detallista con lo que sucedió cada día con total precisión, pues perdí bastante la noción del tiempo especialmente los primeros días. Pero bueno, aquí voy. Inicialmente, las meditaciones consistían en mantener la atención centrada 100% en el triángulo formado por la nariz y el límite con el labio superior. La indicación era meramente observar la respiración; no controlarla, no manipularla, no dirigirla. Observarla. ¿Respiro por un orificio o por ambos?. Inspiro y siento cómo el aire pasa por las fosas nasales, cómo entra por la nariz y cómo sale por la misma. Observo el ritmo (o no ritmo) de la respiración. Observo la temperatura y cada mínima sensación de la piel.

Cada meditación iniciaba con un audio de breves palabras de boca de S. N. Goenka (uno de los principales maestros de la meditación Vipassana en el mundo), en los que refuerza parte de la técnica y cierra con sencillos cantos de buen augurio y buenos deseos para la práctica de los alumnos. Además, cada curso es liderado por un profesor que responde preguntas y que sostiene entrevistas con los alumnos, en la medida que estos las necesitan. Al cierre de cada día se puede escuchar una charla de poco más de una hora, en la que Goenka va profundizando la técnica y el marco teórico de la misma. Gran parte de las dudas son aclaradas durante estas charlas (al menos así fue para mi) y se puede escuchar una serie de anécdotas e historias relacionadas al curso.

Tratando de resumir el marco teórico del curso, el fin primario de la meditación Vipassana es eliminar o disminuir el sufrimiento o la desdicha de nuestras vidas, la cual, a su vez, es generada por el apego y manifestada a través de sankaras: representaciones físicas del karma o, en sentido literal, "reacciones". Existen los sankaras de aversión, de rechazo a aquellas experiencias/vivencias/situaciones/sentimientos que no queremos experimentar y existen los sankaras de avidéz, de deseo a aquello que queremos experimentar/vivir/sentir. Los primeros nos llevan a la desdicha automáticamente y los segundos lo hacen cuando no son cumplidos (deseo => no sucede aquello que deseo => llega la desdicha). Lo que la meditación Vipassana busca, entonces, es enseñarnos a observar la realidad tal cual es, erradicando la aversión y la avidéz, el rechazo y el deseo, para erradicar el apego y liberarnos de la desdicha, siempre bajo el principio universal del cambio: anicca (se pronuncia "anitya"), la ley de la impermanencia, que nos recuerda que todo, absolutamente todo tiene un principio y un final, que todo lo que empieza, tarde o temprano termina, lo bueno y lo malo.

En términos prácticos, la técnica trabaja bajo un lenguaje universal, no sectario y sin asociación a ningún credo o religión: la propia respiración. Para esta meditación no se utilizan mantras ni ningún tipo de imagen, simplemente se trabaja con el cuerpo y justamente esto fue lo que me hizo conectar con la técnica. Por esto es que cualquiera puede practicar Vipassana, independiemente de sus creencias. En el curso al que yo asistí había hasta un sacerdote, cosa que llamó profundamente mi atención y alegró mi corazón pues siempre he considerado que la religión es más un impedimento que una ayuda y ver que una persona es capaz de abrir su cabeza y su corazón a nuevas experiencias, me llena de alegría.

Fueron 3 días de meditación centrándonos exclusivamente en el respiración y en el triángulo descrito más arriba, agudizando más y más el sentido, meditación tras meditación. Al tercer día recuerdo haber sentido que estaba enloqueciendo de tantas ideas y pensamientos. "Esto que estoy pensando ahora, ¿sucedió?, ¿lo imaginé?, ¿lo soñé?, ¿va a suceder?, ¿me lo contaron?" fue lo que sentí. Además, decir que estuve meditando 11 horas al día durante 3 días suena bastante idealista, pues más bien esos 3 días me los pasé luchando contra la mente, que no hacía más que sacarme una y otra y otra y otras vez de la concentración con las 10 o 20 millones de ideas, banales y profundas, estúpidas e inteligentes, descabelladas o cuerdas, todas aquellas ideas que podían llegar a mi cerebro y que me mantenían en permanente jaque y cuestionándome si realmente soy capaz de "meditar". Lo maravilloso es que yo no estaba sola en esto y que Goenka se encarga, día tras y día y charla tras charla, de hacerte saber que todo eso que te está pasando es normal y que están todos en la misma. Una de las primeras cosas que escuché y retuve de las charlas, fue que durante estos 10 días la mente estaría permanentemente saboteando la experiencia y haciéndonos sentir que perdíamos nuestro tiempo, que no somos capaces, que no estamos preparados para esto ("todo el resto sí lo está, yo no"), porque la mente es floja y no le gusta que la saquen de su rutina, de la cotidianeidad, porque a la mente le gusta mandar y mantenernos en permanente letargo, cuales zombies. Y yo, al igual que los otros 70 u 80 alumnos, estábamos ahí para trabajar y para decirle a la mente: "flaca, lo siento, ahora soy yo quien manda aquí y vamos a dedicarnos a esto los próximos 10 días. Así que dale no más, sé que me vas a querer boicotear hasta el último día, pero yo no te lo voy a permitir". Y así me pasé la estadía completa.

En una de las charlas, Goenka explicó que los días más críticos solían ser el 2do y el 6to. Pero para mi, el primer día de colapso fue el 4to, cuando se nos explicó que todo lo que habíamos hecho hasta el momento no era Vipassana, sino simplemente la preparación para esto y cuando Goenka empezó a dar las indicaciones para la meditación, empecé a sentir una rabia incontrolable, desde las entrañas, como fuego que me quemaba por dentro. Era furia en su estado más puro, contra todo y contra todos y a la vez contra nadie ni nada en particular. No estaba enojada por estar ahí, no estaba enojada con la gente, con Goenka, conmigo misma por haber asistido al curso ni contra mi compañera de pieza por golpear la puerta al cerrarla cada mañana. Era una rabia sin forma, sin color y sin objetivo. Estaba tan, pero tan enojada que me llegué a marear físicamente y cuando me paré al sonido del gong y fui a comer la fruta de la tarde, era tanto el mareo que pensé que me iba a desmayar. Quería llorar de rabia y no lograba salir del sentimiento. Buscaba el motivo de lo que sentía y por más que escarbé, no lo encontré. Y me empezó a bajar la angustia. "¿Y si no se me pasa?. No puedo estar así mucho rato, si sigo así me voy a tener que ir pa la casa. O sea ya, aguanto así hoy, pero ¿y mañana? Ay nooooo, ¡me muero estar así un día completo!". Y justo en ese momento pensé en parte de las lecciones recibidas y anicca se vino a mi cabeza. La impermanencia. Esto se me va a pasar, tarde o temprano. Durante la charla de ese día lloré sin ningún motivo aparente. Lloré porque mis ojos se llenaron de agua y porque mi garganta no me permitía tragar. Lloré 30 minutos mientras escuchaba a Goenka y se me acabaron las lágrimas. Me fui a dormir indignada y cuando sonó el gong a las 04:00 am, no me levanté. Pero sí lo hice a las 06:00 am y desperté como si nada hubiera pasado, muy por el contrario, el 5to día fue uno de los mejores de mi estadía.

Haber pasado ese día de furia fue una de las mejores pruebas para comprender anicca, pues la rabia llegó sin un motivo y desapareció de la misma forma. A esto se sumaron las múltiples dolencias físicas y la incomodidad de las posturas pues, como podrán imaginarse, no hay forma de sentarse que te permita estar cómoda durante 11 horas al día. Al empezar cada meditación y adoptar una postura, pensaba: "ahhhh, ahora sí que estoy cómoda. Esta es la posición que me acomoda, podría pasarme todo el día así y sin dolor, no sé cómo no me di cuenta antes". Y a la media hora ya tenía un pie dormido, la espalda media con un dolor punzante o el coxis a punto de explotar del dolor. Pero luego se me pasaba. Sólo y sin hacer ninguna modificación. Así es como opera anicca.

Continuando con el relato y retomando Vipassana: a partir del 4to día se empieza a aprender la técnica. Después de los 3 primeros días concentrados en el triángulo de la nariz, la sensibilidad es tal que ya estás preparado para aprender lo que viene, que básicamente consiste en recorrer el cuerpo de cabeza a pies, parte por parte y tramo a tramo, observando las sensaciones que van desde lo burdo (picazón, ardor, dolor, molestia, temperatura alta o baja, roce del viento y/o de la ropa, tensión, presión, etc) hasta lo más sutil (vibración, escalofrío, electricidad). Se comienza desde la coronilla y bajas tramo a tramo, parte a parte percibiendo cada sensación del cuerpo, hasta llegar a los dedos de los pies. Se recorre el cuerpo una y otra vez, de cabeza a pies y de pies a cabeza, buscando las sensaciones. Y al cabo de un tiempo, cuando empiezas a percibir sensaciones sutiles, puedes avanzar por el cuerpo con un "libre flujo", es decir, sintiendo todo aquello que surja, interior y exteriormente, sin orden ni lógica. Y luego siempre es bueno volver a recorrer el cuerpo parte por parte, tramo por tramo. Uno de los desafíos secundarios es aprender a no generar sankaras de avidéz hacia las sensaciones sutiles, a no buscar sensaciones determinadas y a mantenerse siempre en la mera observación. Hubo momentos en los que mantuve el libre flujo durante largo rato y días completos en los que sólo sentí sensaciones burdas. El llamado es a no sentir rechazo hacia las sensaciones burdas y no desear aquellas sutiles. Además, durante los 7 días de meditación Vipassana, la indicación es a mantener adhitthana: "firme determinación" durante las meditaciones grupales, lo que se traduce en no mover piernas ni brazos durante toda la hora de meditación. De las 21 meditaciones en las que se pedía adhitthana, yo logré 4 o 5.

Tal como había adelantado Goenka en sus charlas, el 6to día fue algo difícil, aunque nunca fue como mi 4to día. Volví a sentirme inquieta y si bien esta vez no sentía rabia, sí me sentí totalmente desconectada de la práctica y pasé un leve momento de angustia al no lograr conectar con la meditación, pensando: "¿y si nunca más logro meditar?". Pero todo lo que sucedió el 4to día y la comprensión experiencial de anicca me sacaron rápidamente de ese temor y sonreí para mis adentros al asumir que, al igual que la rabia del otro día, esto también pasaría. Y así fue.

Los días que siguieron fueron de mucha práctica consiente, con mucho esfuerzo porque la cabeza se mantuvo funcionando a mil. Pensé en muchas cosas reiterativamente: de qué color pintaría las puertas de mi casa, qué comida prepararía para mis amigos el fin de semana siguiente, qué plantas pondríamos en el jardín, qué verduras me gustaría cultivar, qué nuevas ideas tengo para generar plata, cuántos masajes al mes quiero hacer, lo mucho que extrañaba el contacto físico ("voy a salir y me voy a ir directo a abrazar a mis amigas y a mi familia") y así como pensé en muchas cosas de mi vida, también pensé en la vida de mi gente querida. La cabeza nunca se detuvo y yo no le di demasiada pelea, dejé que todo sucediera manteniendo la frustración al márgen y la autoexigencia fuera de todo esto. De todas maneras me fue mucho más fácil la práctica de Vipassana que la mediación de los 3 primeros días. Parecía ser que mi mente se entretenía más al recorrer todo el cuerpo que sólo manteniendo la concentración en el triángulo de la nariz, desde donde se arrancaba constantemente para llevarme a las millones de ideas, pensamientos y recuerdos que surgían. Recuerdo que mi mayor ambición era mantener diez inhalaciones/exhalaciones sin pensar en nada más que en la respiración y las sensaciones del triángulo, pero a las 2 o 3 respiraciones mi cabeza se iba lejos... no así con el recorrido del cuerpo entero, donde podía mantenerme fácilmente 20 o 30 minutos sin pensar en nada más.

Los tiempos libres eran escasos, pero siempre los recibí como un regalo. Al terminar el desayuno siempre me iba al dormitorio y dormía una hora. Luego del almuerzo, poco antes de las 12 del día, me duchaba y pensaba: "Ahhh, qué maravilloso, ¡tengo una hora y media libre!" y me reía para mis adentros pensando lo absurdo que resultaba, jaja. El último rato libre del día se producía entre las 17:00 y 18:00 hrs., momento en que podíamos comer una fruta (la última comida del día), para luego cerrar con la última meditación grupal, la charla y una breve meditación de cierre. En algunos momentos libres extrañé tener un libro o escuchar algo de música, pero fue bastante menos frecuente de lo que imaginé antes de entrar. El trabajo que se va a hacer es tan intenso y profundo, que cualquier cosa que te distraiga de la tarea es una molestia (e ahí el motivo por el cual se mantiene el noble silencio y por el que no se permite leer o hacer otro tipo de actividades: la cabeza es tan traicionera que cualquier actividad será motivo para, en la próxima meditación, sacarte de la concentración y llevarte a pensar, pensar y pensar).

Al llegar el día 10, tras la primera meditación de la mañana, se levantó el noble silencio. Silencio.
En una especie de semi pánico, al salir de la sala de meditación me fui rauda a mi habitación y me metí a la ducha. 10 días sin pronunciar palabra fueron un total y completo descanso y ¡por dios! no quería romper la armonía. En la ducha empecé a escuchar las conversaciones a lo lejos y me fui calmando y acomodándome a la idea de volver a hablar, jaja. Quizás suena exagerado, lo sé, pero juro que eso fue lo que sentí. Me acerqué al grupo -hombres y mujeres reunidos- y me hizo mucha gracia ver que las mujeres estaban notoriamente más silenciosas que los hombres, quienes mantenían literalmente un escándalo de conversaciones, mientras que las chicas hablaban a bajo volúmen, con muchas pausas y varias de ellas ni siquiera emitían palabra alguna. Busqué con la mirada a Martin y a Andrés (otro conocido que había asistido al curso) y fue muy difícil contenerme y no abrazarlos (el noble silencio había sido levantado, pero el contacto físico estaba prohibido hasta la salida, al día siguiente). Hablé largo y tendido con cada uno, sobre la experiencia y sobre la vida, conversaciones muy bonitas y enriquecedoras :)

Al cierre del curso se nos dieron ciertas indicaciones para continuar con la meditación en casa, sugiriendo una hora de meditación por la mañana y una hora por la tarde. Al día de hoy, poco menos de 1 mes después de haber terminado el curso, no he logrado meditar 2 veces al día (la meditación de la tarde se me hace muy difícil), pero estoy contenta porque sí lo he hecho por las mañanas y manteniendo la firme determinación de no moverme. El desafío que tomé a partir del curso es no abandonar la práctica e irla puliendo cada día más, pues como bien dice Goenka: "No creas en esto como una religión de fe ciega, como un dogma o porque alguien te lo dijo. Créelo porque la propia experiencia te muestra que es bueno para ti". Esto último me parece que es lo más importante de toda la experiencia y sin duda, el motivo por el que me quedo con Vipassana.

Más info sobre Vipassana  e inscripciones: https://www.dhamma.org/es

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